Recientemente, el presidente de la República, que debe ocuparse solo de los asuntos del manejo del país y se distrae con el proselitismo partidario, se quejó de las críticas que recibe de algunos medios periodísticos. Su reacción emocional es explicable porque a nadie le gusta ser señalado por sus errores. Aunque, por lo visto, él desearía que se lo aplaudiera por el desastroso gobierno que está haciendo y su grave error de meterse en las internas partidarias cuando se le ha contratado para trabajar solo por el país y no en otra cosa. Es la típica reacción de las personas emocionalmente inmaduras y de los políticos que ejercen el poder solo para recibir loas, como ocurre con los dictadores. Como lo hace Maduro, que cierra los medios periodísticos que lo critican, o como actuaba el dictador Alfredo Stroessner, que clausuraba diarios, semanarios y programas radiales porque no se amoldaban a sus deseos.
El presidente Mario Abdo debe comprender que los medios periodísticos tienen como su principal obligación contar lo que ocurre en la realidad, si es posible con la mayor cantidad de detalles. Para informar a la ciudadanía, que siempre está ansiosa de ver y escuchar más allá de lo que indican las simples apariencias o la propaganda política del Gobierno y otros sectores. Si no le gusta la realidad, debe hacer el esfuerzo en todos los ámbitos de trabajar más para mejorarla. Solo los que no tienen suficiente equilibrio y los extremistas de cualquier signo actúan contra el mensajero.
Si al Presidente se le cuestiona que, contra lo que dice la Constitución en el artículo 237, él no se dedica en exclusividad a su tarea de conducir el país, sino que se mete en cuestiones partidarias, no se debe alterar. Es la verdad y, si tiene dudas, debe leer el aludido texto, que dice que el Presidente no puede ejercer otros cargos, remunerados o no, mientras dure en sus gestiones. Y que tampoco puede hacer otro tipo de actividad, “debiendo dedicarse en exclusividad a sus funciones”. En este caso, no es con la prensa sino con la Carta Magna el problema.
Si los técnicos de la economía, mirando los números, señalan que este es el gobierno que más ha endeudado al país en la historia del Paraguay en menos de cuatro años, debe tomar la calculadora y hacer las sumas. Tiene que fijarse que entre los 7.808 millones de dólares que se adeudaba cuando asumió en agosto del 2018, y los 14.124 millones de dólares de abril último hay un aumento del 80,89%, o sea, 6.316 millones más. Si llegó a tanto como nunca antes la deuda pública del Paraguay, no es culpa del que hizo la suma. Es porque los administradores de su gobierno, con consentimiento del Ejecutivo, se endeudaron imprudentemente. Cuyo responsable final es él.
En el caso de que no le guste que se diga que este es el país de Sudamérica con menor porcentaje de vacunación contra el covid-19 (solo el 48,4%), el señor Abdo no debe enojarse con los medios que lo publican. Debería reclamarle a la gente de su gobierno que demostró su inutilidad con su actuación deficiente.
Si se lo critica porque se publicó que se había codeado él y su vicepresidente con algunos exponentes de Hezbolá, tenido por las democracias del mundo como uno de los grupos terroristas más temibles, no debe disgustarse con los periodistas. Ellos solo mostraron lo que ocurrió.
Señalar el error de alguien es la mejor política para que se pueda enmendar la equivocación. Pues no se trata de culparlo, sino de mostrar los hechos y las decisiones que necesitan urgente rectificación. Lo malo sería aplaudir los errores y felicitar a los que los cometen por el mal realizado, así como se comportaban los partidarios nazis de Hitler, que aplaudían con entusiasmo las matanzas y persecuciones de los judíos y otros grupos sociales.
El Presidente no se debe incomodar en demasía ni tomar represalias contra los que, utilizando la libertad de prensa, retratan la realidad del país. Puede refutarlos, acusarlos y cuestionarlos. Pero no por eso va a cambiar la cara de las cosas, que es el tema de fondo. Y esa es su responsabilidad.