El autoritarismo es la primera piel de este gobierno. Entre sus integrantes, con cada discurso, se evidencia más y más el empeño latente de avasallar, reprimir y censurar. Como en los tiempos de terror del dictador Alfredo Stroessner, cuyo recuerdo rebosa de nostalgia a quienes hoy administran temporalmente el poder. Tiempos en que la única ley era la “orden superior”. El presidente de la República, Mario Abdo Benítez, creció en ese ambiente. Cuando el 2 y 3 de febrero un golpe de Estado desalojó del Palacio de López a quienes habían sometido al pueblo a un régimen de miedo, barbarie, tortura y desapariciones del Departamento de Investigaciones y de la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos del Ministerio del Interior (o, simplemente, la Técnica), el actual jefe de Estado se llenó de rencor, de odio y de un irrefrenable deseo de venganza. Aquellos cañonazos le habían “robado”, según su dislocada percepción, la vida muelle de la que estaba disfrutando, producto de una riqueza acumulada sobre la sangre, el dolor y el luto de nuestro pueblo, especialmente obreros y trabajadores. Y miles de afiliados del Partido Colorado, al que el mandatario está afiliado –que es muy distinto a ser colorado–, fueron enviados al exilio, y los que se escaparon por su cuenta, terminaron convirtiéndose en víctimas del trágico operativo Cóndor.
No hace falta ser sicólogo para diagnosticar que el lenguaje prepotente, desaforado y agresivo hacia todos aquellos que le contradigan es la herencia genética de aquel despotismo que tanto extraña Marito. Eso le convierte en un hombre amargado, airado y en constante disposición para pasarle factura a quienes cuestionan, y con razón, su desastrosa administración. Las reglas de la democracia le impiden, en parte, llevar adelante sus deleznables propósitos, pero ganas no le faltan. Decimos en parte, porque desde hace algún tiempo, el oficialismo, siguiendo la línea marcada por Fuerza Republicana, desplegó una miserable persecución en contra de todos aquellos funcionarios públicos que mantienen una voz disidente al proyecto político respaldado por el Gobierno y financiado por la corrupción.
El presidente Mario Abdo Benítez ha pervertido todas las instituciones republicanas. Tal como lo hizo su añorado “único líder”. Ha utilizado diversos ministerios y secretarías con rango de tales para tratar de destruir a sus adversarios políticos internos dentro de la Asociación Nacional Republicana. Después de anunciar que realizaría “graves denuncias” contra el líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes, finalmente no se animó y, en una actitud cobarde y pusilánime, filtró sus “informes” a los medios de comunicación afines al Gobierno y que tienen suculentos intereses comerciales con el Poder Ejecutivo. Aquel joven que había crecido al amparo, la protección y la provisión sin límites de una estructura criminal, como fue el régimen estronista, se convirtió en un hombre sin coraje, sin códigos, sin dignidad y sin ética. El próximo 18 de diciembre de este año, los electores del coloradismo le darán una furibunda paliza electoral que lo despertará del sueño al que le llevaron a hibernar los parásitos creadores de la burbuja del poder y el microclima del círculo de adulones, entre ellos, el director de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, quien en su época de periodista exhibía como presea dorada su “lucha contra la dictadura”, para terminar tiempo después arrodillado ante el más funesto reivindicador del estronismo. Lo peor es que estos personajes creen que la ciudadanía es estúpida y, con absoluta caradurez y desfachatez, se atreven a proclamar la ética y la moral dentro de la política. ¡Oh, cinismo, cúbrete el rostro!
La ignorancia sospechada de Mario Abdo Benítez ya tiene estatus de validación científica. Enceguecido por la desesperación y obnubilado por su propia incapacidad de discernimiento lógico, ahora se tiró en contra de nuestro diario. Por eso confunde los roles y desconoce nuestra misión vital: informar, investigar, denunciar, criticar y condenar los hechos de corrupción. Por esa deformación de la realidad con la que creció, en que todos quienes cuestionan son enemigos, este sábado gritó como un desahuciado que “él (Cartes) se queda callado en su casa, pero su medio de comunicación, pagado con la plata de negocios ilícitos, todo el día okopi che rehe día y noche”. ¿Y qué quiere? ¿Que nos callemos los execrables robos durante la pandemia –como lo hacen los medios cómplices–, los sobrecostos en rutas, de las empresas contratistas que se dedican a “limpieza”, el vaciamiento de la EBY, así como la contratación y recategorización de funcionarias “privilegiadas” de los directores, estafas con insumos chinos, agua saborizada y tapabocas? Han prostituido las instituciones al extremo de convertirlas en un lugar de saqueos y satisfacción de sus bajos instintos. ¿Quiere que callemos todo esto, Presidente? Lo sentimos mucho. Seguiremos hablando. Y, lamentablemente para ustedes, apenas estamos empezando.