La marcha de las elecciones inter­nas del Partido Colorado está mostrando algunas grandes fla­quezas de cómo se hace política en el país. Uno de los asuntos más llama­tivos es el protagonizado por el movi­miento del vicepresidente de la República que hizo gala de uno de los lamentables vicios que los inescrupulosos utilizan en la función pública para los fines de su grupo. Gente a la que nunca ha impor­tado la suerte de la nación ni que se robe a la administración estatal en provecho de los intereses personales o de bando. Y que han dado muestra de la corrupción exis­tente en las instituciones públicas con funcionarios inescrupulosos que están acostumbrados a utilizar los bienes del Estado para los fines de la facción a la que pertenecen.

Lo acontecido el jueves 16 cuando el vice­presidente de la República concurrió en horas laborales a inscribir su candida­tura en la Junta de Gobierno del Par­tido Colorado es penoso. Lo acompañó un fuerte grupo de funcionarios del Estado, que en horario de trabajo aban­donó la tarea por la que se les paga para participar del acto partidario a favor del segundo del Ejecutivo.

El Vicepresidente y sus partidarios die­ron muestra de uno de los más deplora­bles vicios a los que están acostumbrados algunos sectores de la función pública. Con una exhibición de pobre moralidad política, estuvieron realizando un acto partidario faltando a su obligación de trabajar por la que el pueblo paraguayo les remunera con el sacrificio de sus impuestos.

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Cuando una periodista de este grupo comunicacional le preguntó al Vicepre­sidente las razones por las que en horas laborales él y sus seguidores estaban realizando un acto partidario, el entre­vistado justificó su acto y maltrató a la comunicadora, sin el menor atisbo de pudor. Por lo visto, para él lo más normal es ir contra las disposiciones que esta­blecen las obligaciones de los empleados públicos. Y de paso dio una pésima ima­gen de su manera de pensar y de condu­cirse, que en cualquier sociedad exigente lo descalificaría para pretender algún cargo público. Mostró que es uno más de la clase de gente de la que está harta la ciudadanía paraguaya.

Ante tan clara falta a la ley que rige a los funcionarios del Estado, se hubiera espe­rado que el Vicepresidente diera alguna explicación más inteligente, se excul­para y se comprometiera a no realizar en el futuro ese tipo de actos cuestiona­bles. Pero prefirió demostrar que él y los que lo siguen forman parte de esa franja de personas que quieren continuar con la corrupción pública y el desprecio por las leyes que tanto daño ya han hecho a los intereses de la nación.

Aunque el Vicepresidente pueda aducir que está exceptuado de cumplir ciertas obligaciones por el cargo que ocupa, los empleados estatales que lo acompaña­ron están obligados a dar cumplimiento a la Ley 1.626 de la Función Pública, que regula la situación jurídica de los mismos, que prohíbe a los funcionarios trabajar en actividades políticas en las dependencias del Estado, o ejecutar actividades parti­darias en horario de la jornada de trabajo, de acuerdo a lo que dispone en los incisos b y d del artículo 60.

En el mencionado acto dieron un lasti­moso mensaje al país con actos y conduc­tas muy cuestionables, que muchos no esperaban teniendo en cuenta la impor­tancia política de las personalidades de tan alto nivel en el escalafón de funciona­rios. El Vicepresidente y todos los políti­cos que pretenden ocupar cargos públi­cos deben entender que la utilización de los bienes estatales, así como la manipu­lación de los empleados de las dependen­cias del Estado no es el mejor ejemplo que están dando al país. La mayoría del pue­blo paraguayo está cansada de los abusos de los políticos sin escrúpulos que aprove­chan sus cargos para enriquecerse o para obtener ventajas para su camarilla. Ese es el modelo que se debe desechar fuerte­mente porque es una de las peores formas de la podredumbre que tiene envuelto al país desde hace décadas.

El Paraguay necesita que sus dirigentes sean gente honesta, que estén lejos de la perversión política y la descomposición moral, que sean capaces de proponer nue­vos modelos de progreso y bienestar en medio de una integridad irreprochable.

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