Ante los múltiples casos de ase­sinatos y atentados que están ocurriendo en el Paraguay nadie podría quedarse indife­rente y sin hacer nada. La tremenda ola de violencia criminal que está inundando nuestro país y poniendo en peligro nues­tra propia existencia tiene que hacer reac­cionar a las autoridades. No se tratan solo de algunos casos policiales aislados en las lejanías del territorio nacional, sino de hechos que ocurren cotidianamente en los más diversos rincones del país.

Si bien los casos más sonados se producen en sitios y departamentos lejanos a la capi­tal y alrededores, la violencia no tiene prefe­rencia geográfica y se está dando en lugares que anteriormente estaban relativamente tranquilos. Basta hacer un recuento de los hechos criminales de los primeros meses del año para que se pueda observar que la violencia está copando el país y amenaza, como un acto terrorista bien planificado, nuestro sistema de vida.

Teniendo en cuenta la gran cantidad de casos violentos, la extensión geográfica afectada por la agresión y la extrema gra­vedad de los hechos delictivos que se han producido se puede decir que estamos ante una situación de terrorismo. Porque ante los numerosos casos de acción criminal el país está bajo el dominio del terror, aunque no se lo haya declarado oficialmente como terrorismo.

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Y aun cuando al fenómeno se le dé cual­quier otro nombre, los acontecimientos están demostrando la extrema gravedad de la situación. Que amerita una reacción pro­porcionalmente contundente para enfren­tarla, como los países importantes del mundo proceden contra la acción terrorista.

La realidad que estamos viviendo actual­mente ante la actuación criminal de todo tipo de delincuentes encabezados por las bandas del narcotráfico hace imprescindi­ble una respuesta enérgica, que sea capaz de aplastar al enemigo. Para ello el Gobierno debe dejar las medias tintas y decidirse a una reacción contundente y total. Tiene que emprender una lucha contra el terrorismo, con todo lo que ello implica en movilización de fuerzas, medidas políticas, administrati­vas y recursos de toda índole.

El Estado debe utilizar a toda la fuerza pública para eliminar la delincuencia cri­minal y poner orden en el país. Cuando se habla de fuerza pública para liquidar ese enemigo de la nación paraguaya debe utili­zar no solo a la Policía Nacional, sino tam­bién a las Fuerzas Armadas de la Nación. Porque lo que está en peligro debido a la acción de los criminales no es solo la segu­ridad pública, sino la existencia misma del Paraguay, como nación de hombres libres. Si se creó la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) para combatir a los criminales del Norte, ¿por qué no se podría extender esa misma unidad militar y ese concepto de lucha para eliminar el narcotráfico y los cri­minales que los apoyan? Cuanto más efec­tivos de las fuerzas públicas, no solo de la Policía, se sumen a la lucha contra el delito hay más posibilidades de liquidar la mayor cantidad de exponentes del delito, usando las armas para perseguirlos y meterlos preso de acuerdo con las leyes nacionales.

El Gobierno tiene que utilizar todas las fuerzas que posee para emprender esta lucha total. Porque así como está actuando los resultados son lamentables y el país ya no puede seguir aguardando.

El Poder Ejecutivo debe ejecutar el plan contra el terrorismo en el plazo más breve, porque cuanto más espere, estará dando más chances a los delincuentes que con­tinuarán matando gente y traficando las mercaderías que les dan poder económico. Debe apelar a los representantes de todos los sectores de la sociedad, tanto de parti­dos políticos, asociaciones civiles, enti­dades sociales, grupos de profesionales y medios de comunicación para que den su apoyo a esa guerra contra la delincuencia y colaboren contra el crimen.

La sociedad paraguaya más consciente, que en gran medida es víctima de la delin­cuencia, va a secundar gustosa la tarea. Porque sabe que el terrorismo criminal es una amenaza cada vez más fuerte que debe ser atacada con todo rigor. Solo falta que el Gobierno se decida al combate total y comience cuanto antes la tarea de luchar con todas las armas y los recursos existen­tes contra el crimen. Ya se ha descuidado mucho tiempo y no hay que darle más poder al enemigo, pues cada hora perdida es más ventaja para los delincuentes.

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