Las licitaciones públicas fueron y siguen siendo elementos de engorde de varios que eternamente viven de ellas y que como “pulpos” con extraordinario poder de concentración acumulan millones y millones en adjudicaciones y contratos.
Los momentos electorales generalmente son sensibles para que estos pulpos extiendan sus tentáculos y así con la destreza, el ingenio más las influencias que ejercen llevan astronómicas cifras a sus bolsillos.
Los amigos políticos no faltan detrás de las preferencias, es así que encontramos casi siempre algún peso pesado en la órbita de licitaciones marcadas por la presencia de “pulpos”. A medida de las normas establecidas aparecen todo tipo de maniobras administrativas y los contratos generalmente terminan en manos de los favoritos, sin que ello signifique calidad y precio conveniente para el Estado, que en teoría es la misión de los llamados para las compras públicas.
Hemos visto incluso que durante la pandemia no hubo piedad de la desgracia de todo un país que peleaba por su vida y sabotearon licitaciones de emergencia a favor de empresas de un mismo clan familiar. Es el caso de las famosas compras chinas al clan Ferreira que coincidentemente tiene cercanía, negocios con la firma de la familia de una senadora, conocida por oscuros antecedentes en el caso de medicamentos del Instituto de Previsión Social (IPS).
Existen “pulpos” en todos los rubros, varios de ellos hoy día tienen una curul en el Congreso, tras haber abultado los bolsillos con millones provenientes de la merienda escolar, obras, etc.
En construcciones y limpieza hoy también está otro amigo del poder que absorbe cifras millonarias del presupuesto de instituciones sensibles como IPS, Petropar, MEC, etc., y que sugiere una marcada “suerte” en facturación en tiempo récord en comparación a una empresa que debe remar con sus negocios en el sector privado.
Con tres empresas y media docena de consorcios vemos cómo en los últimos 4 años el fraterno del vicepresidente, Alberto Palumbo, se adjudicó contratos por G. 614.000 millones. De haber estado en el freezer, se fortaleció durante este Gobierno y se alzó con montos siderales en licitaciones que nunca había tenido en su haber en el sector público, según puede confirmarse en el portal de Contrataciones Públicas.
Los prósperos negocios de estos y otros “pulpos” con el Estado se dan en medio de sumarios, sospechosas adendas, denuncias de incumplimientos, que generalmente no priman a la hora de volcar las decisiones a favor de los mismos.
De todo ha sacado a la luz la prensa en cuanto se refiere a licitaciones públicas y más aún en tiempos electorales. Se suelen ver maniobras de concursos de oferentes amañados, precios inflados en algunos ítems, firmas de maletín, llamados a compras en serie, uno tras otro, pagos acelerados por obras que no terminan, ni hablar de los jugosos anticipos que se consignan en los pliegos de bases y condiciones, mañas que sugieren y terminan siempre en amistades políticas denunciadas como rentadas.
Las campañas políticas que desprecien el bien público, financiándose con dinero de la gente, fondos oscuros o rubros provenientes de los vueltos que caen de las licitaciones públicas deben ser bien identificadas para que la gente acabe con el festín cuando toque llegar a las urnas.
Los entes de control de nuevo son llamados a implementar mecanismos para que los “pulpos”, en su mayoría catalogados como recaudadores, dejen de meter mano a la lata y que las licitaciones se ejecuten priorizando calidad y precio favorable a los intereses del Estado.
No se puede seguir tolerando que las licitaciones públicas sean denunciadas por farsas pro bolsillo en detrimento de los principios de eficiencia en el uso de los recursos estatales. Es momento de cortar los tentáculos de los privilegiados “pulpos”.