En medio de los graves problemas que afectan ahora al mundo, como la guerra en Ucrania, el aumento del precio del petróleo, las dificultades para la exportación y la incertidumbre internacional, el Paraguay hace frente a varios inconvenientes internos que pueden entorpecer su economía y conmover la tranquilidad de la ciudadanía.
Ante el paro de camioneros y la incertidumbre por la cotización internacional del petróleo, el Gobierno adoptó algunas medidas para paliar el impacto del aumento en el precio de algunos combustibles de mayor utilización en el país.
Desde el jueves 17, Petropar redujo en 500 guaraníes el precio del gasoil y de la nafta de 93 octanos en las 228 estaciones de servicio que cuenta. Paralelamente, el Poder Ejecutivo está presentando al Congreso un proyecto de ley que prevé el subsidio de ambos combustibles por el plazo de tres meses que, cuando se apruebe, se aplicará en las gasolineras de todos los emblemas a lo largo del país. La ley reducirá los precios de ambos productos en 500 guaraníes, que se cubrirá con un fondo de contingencia de 100 millones de dólares. Cuando se aplique la mencionada ley, en los surtidores de Petropar ambos productos costarán 1.000 guaraníes menos, en tanto que en el resto de los emblemas la reducción será de 500 guaraníes. Los dos tipos de carburantes representan un 75% del consumo nacional. Por lo que el 25% restante continuará con los precios más altos.
El proyecto de ley que establece la creación del fondo de estabilización del precio del combustible no está bien visto por algunos sectores políticos que se oponen a seguir endeudando al país para enfrentar este tipo de problemas. Afirman que no se resuelve el asunto con parches y que el subsidio pretendido por el Gobierno puede prestarse a hechos de corrupción. Algunos economistas tampoco ven con buenos ojos el proyecto de estabilización. Pero ninguno ha planteado siquiera una rápida salida al asunto.
Los planteamientos realizados por el Gobierno no son la solución perfecta, porque afectan a solo una parte de los derivados del petróleo y la disminución del precio será muy pequeña frente a los incrementos sufridos. Pero es lo más rápido y menos costoso que se puede hacer en estos momentos hasta que se encuentren soluciones más amplias y de mayor impacto. Por lo que debe recibir el apoyo de la ciudadanía.
Estas medidas deben entenderse solo como el comienzo de otras que se deben ir generando con el paso de los días mediante la reingeniería de los precios, los impuestos y hasta el tipo de cambio del dólar para la importación de los carburantes.
El país debe mirar también a mediano y largo plazo para hacer menos frágil la situación de la economía y garantizar una mayor estabilidad en los precios y en la provisión de los diversos tipos de elementos para la locomoción, el transporte y la industria. Por ello se tiene que apurar la utilización de la energía eléctrica para reemplazar a los combustibles fósiles de los que dependemos muy fuertemente en la actualidad. Como gran productor de electricidad, el país debe aprovechar la energía que produce. Así, en lugar de ceder a los países socios la electricidad que le pertenece y no utiliza por la suma ínfima que le pagan, puede usarla para reemplazar en parte al petróleo.
Con la colaboración del sector privado, el Gobierno debe constituir una comisión especial que analice el panorama actual y busque alternativas rápidas para mejorar los precios y garantice la provisión de los principales tipos de combustibles de uso generalizado, entre los que hay que incluir el gas licuado.
Lo peor que puede ocurrir no es que suban aún más los precios o que se produzca una escasez, sino que no se tengan salidas adecuadas a los nuevos problemas que se vayan presentando. No está en las manos del país bajar la cotización del petróleo, pero está dentro de sus posibilidades ver alternativas y respuestas a las dificultades que se vayan presentando en la materia. Y a eso debe abocarse el Estado con prontitud, para que se sufra menos y no haya mayores contratiempos para la producción agroganadera e industrial, el transporte, además del comercio nacional e internacional.