Etimológicamente, el bando consistía en un edicto, ley o proclamación pública de alguna autoridad. En él se establecían prohibiciones de diversas índoles y se disponían, por ejemplo, duras sanciones para quienes introducían mercaderías sin pagar los respectivos impuestos al gobierno, antiguamente a la Corona española, que es, también, el origen de medidas similares adoptadas en América y, naturalmente, Paraguay. Los que se dedicaban al transporte y comercio ilegal de productos, esto es, sin abonar los tributos correspondientes, actuaban en contra de ese bando. De ahí la palabra yuxtapuesta.
El contrabando a gran escala es un flagelo que históricamente castiga a nuestro país, con una complicidad también histórica de las autoridades encargadas de resguardar las fronteras. No pocas veces en la propia Dirección Nacional de Aduanas se adulteran las declaraciones a pedido de seudoimportadores para pagar menos por mercaderías que deberían pagar más. O, peor aún, por utilizar un término muy de esos funcionarios: se liberan los containers “en frío”, generando una competencia desleal con quienes cumplen honradamente con todas las exigencias aduaneras. Por eso tenemos funcionarios de esta dependencia del Estado, que acumulan fortunas y gustos caros en directa contraposición con el salario que perciben. Alguna vez deberá realizarse una investigación minuciosa para desnudar esas incompatibilidades y aplicar medidas ejemplares que hagan pensar dos veces a quienes intentan cometer cualquier delito. La impunidad, es bueno repetirlo, es la generosa avenida para la reiteración de la corrupción en un ciclo interminable en que unos pocos se privilegian en detrimento de toda la sociedad y, en especial, de los sectores formales de la producción, la industria y el comercio.
El último gran escándalo, con filmaciones como pruebas evidentes, involucra –dentro de esas paradojas tan paraguayas– nada menos que al titular de la Unidad Interinstitucional para la Prevención, Combate y Represión al Contrabando, Emilio Fúster. Este farfulló algunas explicaciones poco convincentes. Se evidenció que frente a las narices de quienes deberían custodiar el cumplimiento de la ley se dejó pasar –la famosa “vista gorda”– un voluminoso cargamento de contrabando. Los productos que fueron introducidos contrariando explícitas normativas legales fue un acto que contó con la complicidad de policías y militares.
El crimen no se combate con espíritu pusilánime. Las autoridades deben proceder con determinación, coraje y firmeza, sin ánimo dubitativo, para enfrentar los graves dramas que atentan contra los intereses del Estado. La explicación del ministro Fúster demuestra que no está preparado para el cargo. Declaró que abortaron el operativo de represión –en esa situación específica– para evitar “una carnicería” porque, supuestamente, los infractores de la ley “estaban armados”. Con esa elucubración insólita solo nos resta pensar que hay que entregar el país al crimen organizado porque está mejor pertrechado que los órganos de seguridad. Un disparate que no resiste el impacto de la racionalidad ni del sentido común. Si no está en condiciones de cumplir con sus responsabilidades, tiene que irse a su casa. Pero no, Fúster es de los que se atornillan en sus cargos sin un mínimo de dignidad para aceptar la magnitud de su incompetencia.
La Cámara de Senadores los convocó este martes 15 para que expliquen el ingreso de un convoy de contrabando sin que las autoridades hayan procedido al decomiso. Y, más que nada, las razones del manto de oscura impunidad que cubre a todos los involucrados. El encargado de combatir el contrabando alegó que no realizaron las denuncias correspondientes porque no tenían la certeza de que sus acciones serían jurídicamente respaldas. De nuevo unas declaraciones que desnudan la torpeza y/o complicidad de Fúster y que refuerzan el imperativo de su destitución.
Gremios empresariales de diferentes rubros han unido y levantado su voz de protesta, exigiendo al Poder Ejecutivo un “golpe de timón” para “combatir el contrabando y proteger el empleo”. En esa misma línea de reflexión podemos asegurar que si la impunidad continúa enseñoreándose dentro de las instituciones, la corrupción avanzará cada vez más con mayor osadía y descaro, contaminando todos los espectros de nuestra sociedad. El Gobierno debe tomar medidas indubitables para que podamos compensar el enorme esfuerzo que están desplegando las organizaciones civiles y empresariales para avanzar hacia un futuro más promisor, superando esta crisis sanitaria y económica que nos está acogotando. Ya no tenemos minutos para perder.
Finalmente, los que pierden son los paraguayos de a pie que trabajan en puestos de industrias y emprendimientos en general que son perjudicados por el contrabando, mientras que –en verdad– lo que tendría que ocurrir es que se protejan tales puestos laborales y se los incremente.