La conjunción de una serie de elementos que se dan en estos primeros meses del año han llevado a la conclusión de que 2022 será un período de contracción económica. A cuánto alcanzará la caída de la economía aún no se sabe, pero por todos los indicadores que se están dando en forma simultánea, existe el convencimiento de que el bajón que se producirá es indiscutible. El escenario internacional cada vez más complejo ha agregado su cuota de incertidumbre para lo que resta del año. Esto porque la guerra provocada por Rusia está extendiendo sus consecuencias políticas a la economía de todo el mundo.
El banco Itaú en su reporte de febrero indica que la economía paraguaya tendrá este año una caída del 1,7% como consecuencia de la sequía, con una inflación anual del 5%, y que en el 2023 el rebote podría significar un crecimiento del 7%. El estudio corresponde a las primeras semanas de febrero cuando aún no se había producido la invasión rusa a Ucrania, hecho que está alterando los pronósticos económicos en todo el mundo. Algunos analistas coinciden con ese nivel de decrecimiento, aunque no han hecho aún las previsiones con base en las consecuencias de la guerra europea, que sin duda tendrá una fuerte incidencia.
A causa de la menor producción agrícola se calcula que en lugar de producir 10 millones de toneladas de soja, solo se llegaría a 4 millones de toneladas, lo que implicaría una disminución de 3.000 millones de dólares por las exportaciones no realizadas. Hecho al que hay que agregar que caerá la exportación de carne a Rusia, que suele comprar el 20% de las ventas paraguayas de ese producto. A menos que concluya rápidamente la situación bélica y se levanten las sanciones contra el invasor.
En su reporte trimestral de marzo, Basanomics indica que el escenario actual aumenta la posibilidad de una desaceleración del crecimiento mucho más elevada de lo que se había previsto a fines del 2021. Sostiene que “la exclusión de Rusia del sistema de pagos SWIFT imposibilita toda relación comercial con este país. Por otra parte, el precio del petróleo y de los alimentos a base de trigo se verán directamente afectados, agregando presión inflacionaria a nivel global y local”.
Otro detalle que señala es que nuestro país se verá afectado por el inminente aumento de las tasas de interés de los Estados Unidos, que hará más difícil y caro obtener financiamiento en el mercado internacional.
Ante este complejo y cambiante escenario el país tiene que prepararse para aguantar el golpe para que sus efectos sean los más leves, lo que implica tomar medidas rápidas para recuperar los sectores más importantes en un plazo breve. En esta ocasión, como en otros momentos de su historia, el país debe ser capaz de capear la tormenta y actuar con acierto.
Una de las primeras medidas que el Gobierno debe tomar es impedir la suba local del valor de los derivados del petróleo y combatir la inflación de precios. Hasta tanto se estudien las propuestas para crear fondos para aplacar las subas y se haga la ley, el Banco Central del Paraguay debe disminuir el tipo de cambio del dólar para la importación del petróleo, en alrededor del 20%. Con un dólar a 5.600 guaraníes, por ejemplo, se alivianará en moneda local el costo de importación que se traspasará al precio de venta al consumidor. En este caso, un litro de nafta que se vende hoy a 8.000 guaraníes puede bajar a 6.500.
Para mejorar el consumo, se deben establecer incentivos especiales en materia de precios disminuyendo el IVA en los centros de venta para abaratar los artículos más sensibles, como alimentos y otras mercancías básicas.
Deben extenderse las líneas de créditos especiales con tasas bajas y largos plazos para los sectores que producen artículos destinados al consumo y la exportación.
Estas son solo algunas de muchas otras decisiones que deben ser adoptadas para que la retracción sea menor y sus consecuencias no tan graves. Lo que no se puede hacer es ignorar lo que está ocurriendo y dejar que el problema nos envuelva con mayor fuerza. Por lo que hay que actuar rápido y con toda energía.