Si hay dos entes que superaron con excelencia la barrera de los gobiernos de la transición, esos son el Banco Central del Paraguay y el Ministerio de Hacienda. Por una regla que hasta ahora no se sabe cómo se implantó, en esas enti­dades se institucionalizó el hecho de que los técnicos altamente eficien­tes tienen preeminencia por sobre los apadrinados políticos.

Y esa fórmula resultó exitosa hasta ahora. Llevamos cumplidos casi dos décadas de estabilidad macroeconó­mica, equilibrio financiero, y una ima­gen intachable que pone a Paraguay entre los países óptimos para invertir.

Ese estatus de país predecible (en lo económico) ha costado sus esfuer­zos. Pasaron los gobiernos y no se perdió la posición. Los ciudadanos de la República tomamos como nor­mal el hecho de que no estemos, por ejemplo, como Argentina, Venezuela y otros países de la región, azotados por malas prácticas económicas que sumen a sus naciones en crisis, ines­tabilidad, y regresión a estados de alta pobreza.

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La excelencia de técnicos que opera­ron y operan en Hacienda y BCP ha abonado el terreno para que, progresi­vamente, el país contara con una for­talecida Bolsa de Valores que, imbuida también de alto estándar técnico internacional, permitiera a Paraguay ponerse a tono con las exigencias de mercados del mundo.

Por eso cuando el ministro del Inte­rior, Arnaldo Giuzzio, lanzó un ata­que gratuito a la Bolsa de Valores de Asunción, no ha hecho sino intentar dinamitar la estabilidad económica y financiera del país, apuntando a su cimiento.

Y todo por manipular datos, que ade­más de falaces, tienen un objetivo que, contrastados con los intereses de la República, resultan miserable: sacar provecho para la facción oficialista del Partido Colorado, embarcada en la premisa maquiavélica de que el fin justifica los medios.

¿Qué fin? Intentar ganar las internas y apalancarse con la maquinaria elec­toral republicana, para embestir el poder central en el 2023.

¿Qué puede esperarse de semejante actitud y filosofía? La respuesta surge lógica. Seguir con el esquema de corrupción, padrinazgos para inven­tar y ocupar cargos públicos, inefi­ciencia a la hora de abordar problemas que azotan al país.

Hasta en las guerras existen códigos que se respetan a rajatabla, so pena de ser catalogados de criminales. La polí­tica, que también implica confronta­ción, tiene códigos a los cuales se debe sujeción. Si estos no se respetan, los infractores deben pagar caro el hecho de anteponer intereses personalis­tas, por encima del interés de la Repú­blica.

Por eso cuando el ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, lanzó un ataque gratuito a la Bolsa de Valores de Asunción, no ha hecho sino intentar dinamitar la estabilidad económica y financiera del país, apuntando a su cimiento.

¿Qué puede esperarse de semejante actitud y filosofía? La respuesta surge lógica. Seguir con el esquema de corrupción, padrinazgos para inventar y ocupar cargos públicos, ineficiencia a la hora de abordar problemas que azotan al país.

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