Luego de más de un año y medio del cierre iniciado en marzo del 2020, ayer por la mañana se habilitó oficialmente el paso entre Paraguay y la Argentina, con la aper­tura del puente internacional San Roque González de Santa Cruz, que une Encar­nación con Posadas. El acontecimiento es para celebrar ya que las autoridades del vecino país se empeñaban en el encierro en forma exagerada a pesar de que otros países, como Brasil, ya reabrieron sus fronteras a los vecinos, como Paraguay, hace un año, en octubre del 2020.

Aunque inicialmente tiene limitaciones para el ingreso de personas a no más de 800 individuos por jornada, se aguarda que en las próximas semanas se permita el cruce de mayor número con una flexibilización de las exigencias iniciales. La reapertura del puente mencionado para el cruce de la gente constituye una circunstancia muy positiva en las relaciones con el vecino país ya que los vínculos comerciales, familia­res y sociales entre los habitantes de ambas fronteras trascienden las mezquindades de la política y la miopía de ciertas autori­dades.

En ese sentido es una situación de gran rele­vancia que involucra a paraguayos y argen­tinos que en el cierre de frontera veían una de sus más graves limitaciones. La excesiva extensión de la encerrona tiene innegables connotaciones punitivas. Porque para los pueblos del mundo, excepto las guerras y las pandemias, no existen castigos más duros que perder la libertad y no poder despla­zarse libremente de un lugar a otro.

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Las disposiciones del gobierno federal argentino establecen que para ingresar a su territorio cada individuo debe presentar un PCR negativo realizado en las últimas 72 horas, el certificado de haberse vacunado contra el covid-19 con las dosis necesarias al menos 14 días antes del ingreso, aparte de realizarse el test de antígeno obligato­rio en el momento de entrar en su territo­rio. El gobierno paraguayo pone las mismas exigencias para el ingreso a nuestro país, con la excepción de que no establece nin­gún límite para el número de individuos que quieran entrar. Según las explicaciones del cónsul paraguayo en Posadas, la aper­tura actual hasta el 1 de noviembre será una prueba y se aguarda que a partir del próximo mes haya mayor liberalidad y un tránsito más intenso.

De acuerdo con la crónica periodística, las primeras personas que cruzaron la mañana de ayer el puente internacional fueron dos familias: una, argentina, que había venido a Paraguay por motivos laborales y que aguardó hasta ayer para poder retornar a su país, y la otra, una pareja paraguaya con una hija que quedó atrapada durante la pandemia en Buenos Aires y que ahora vuelve después de más de un año y medio.

Conviene señalar que la reapertura de la frontera entre Paraguay y Argentina se da exactamente un año y cuatro días después de que en el 2020 se produjera la rehabili­tación del Puente de la Amistad y en otros puntos limítrofes entre nuestro país y Bra­sil, el 15 de octubre. A pesar de las dificulta­des ocasionadas por la pandemia, el trán­sito con el lado brasileño ha ido mejorando hasta llegar a los niveles de normalidad alcanzados últimamente en las más diver­sas localidades entre ambas naciones. La comparación de la apertura del paso con los brasileños es inevitable para señalar no solo la actitud política diametralmente opuesta de uno y otro gobierno, sino para valorar la importancia del intercambio social y comercial entre naciones contiguas y las ganancias o pérdidas económicas que produjeron, según el caso.

No está demás señalar que el puente San Roque no se construyó para que unas vallas, cadenas o candados impidieran la circulación, sino para que las personas transitaran por él según su voluntad, como ciudadanos libres del mundo.

Esperemos que el saldo negativo del cierre de los pasos fronterizos haga entender a las autoridades de los países que no hay peor disposición que coartar la libertad de sus ciudadanos. Y que les ayude a comprender que la apertura de las fronteras y el inter­cambio social y comercial deberían ser una política constante para el bien de todos.

El encierro debe ser excepcional y cua­dra solo a los delincuentes, que por come­ter delitos tienen que estar enclaustrados en un presidio. Como mandan las normas penales.

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