Con expresión desencajada y el inocultable intento de imitar la voz de su jefe en el Palacio de López, el funcionario Mauricio Espínola, que ostenta la función de asesor político de un presidente, expresó la ilícita intención de censurar a medios de comunicación en un discurso pronunciado durante un acto político del Partido Colorado.
Que un gobierno promueva una iniciativa de censura de medios de comunicación es un acto escandalosamente inconstitucional y debería –de oficio– ser motivo de una investigación por parte del Ministerio Público. La Fiscalía debería averiguar si desde el Palacio de López existe un plan concreto para provocar algún tipo de dificultad a los medios del Grupo Nación u otros medios para el ejercicio regular de su tarea de informar, y si el “apriete” público contra medios que cuestionan la gestión del Gobierno puede ser aceptado como un episodio anecdótico.
Es cierto que el funcionario Espínola es reconocido por su alicaída iluminación intelectual y, realmente, la estupidez no es un delito, pero la estupidez se torna peligrosa cuando detenta las riendas del poder y desde ese lugar puede provocar acciones que perjudiquen a los ciudadanos o sus emprendimientos. Es el mismo funcionario que ya en reiteradas ocasiones ha sido sorprendido en gestos ridículos y el que –según la versión de periodistas– se ufanaba off the record de ser el “contratante del avión de Zuccolillo” durante el reciente debate sobre el uso de tal máquina por parte del Vicepresidente.
Tampoco estamos en condiciones de pedir al Presidente que mida la capacidad intelectual de sus colaboradores porque normalmente tal decisión se asume por la complementación que pueda existir entre el Presidente y su secretario. Lo cierto es que los arrebatos del secretario político de la Presidencia (pensar que en esa silla alguna vez estuvo un Miguel Ángel González Casabianca) serían solo divertidos y para la comidilla política, si no fuera porque –reiteramos– su estupidez funciona con el combustible del poder, del poder presidencial, que no es poco decir.
En rigor no tiene ninguna incidencia en el funcionamiento de los medios del Grupo Nación este exabrupto grotesco y deshilachado; los medios seguirán criticando lo que tengan que criticar. Las personas que provocan que nos ladren deben saber que nosotros no somos un medio neutral. Nosotros tomamos posiciones siempre. Y las seguiremos tomando. No jugamos a la hipocresía de la neutralidad porque ella, en verdad, no existe. Los grupos de medios en Paraguay y en el mundo no funcionan como un barquito de papel llevado por las olas de los hechos cotidianos, los medios representan un pensamiento, una forma de ver la realidad y un concepto político sobre cómo debe funcionar la República, y se busca que ello sea ejercido en el marco de la máxima pluralidad posible.
Eso sí, el sincericidio del “asesor” Espínola servirá indudablemente para entender que los medios del Grupo Nación tienen la especial antipatía del Presidente, lo cual, para cualquier medio de cualquier sitio de la galaxia es motivo de orgullo. Lo inquietante hubiera sido que el “asesor” se parara frente a un micrófono y vociferar (con la estupenda imitación de Abdo que hace) que el Presidente siente un profundo amor por nuestra tarea.
Los medios de comunicación, señor Presidente, tienen la misión de cuestionar la tarea del Gobierno. Es cierto que cometemos errores, es cierto que podemos tener una mirada vinculada a la forma como el Grupo al que correspondemos observa la política, la economía y la vida, pero, también es cierto que hay solo dos herramientas legales para confrontarnos: la crítica a lo que decimos o la demanda en estrados judiciales. Exigir desde la Presidencia que nos callemos la boca es ilegal, es inconstitucional aquí y hasta hace pocos días lo era incluso en Afganistán.