Se trata de un libreto fotocopiado de la Argentina y ejecutado aquí para desgracia de los sectores que producen la economía paraguaya de la que estábamos orgullosos hasta hoy... no sabemos si aún mañana.

El populismo, cuando asume el poder (antes en Venezuela y Argentina, y ahora en Para­guay), tiene un itinerario bien definido: des­alentar el trabajo y relativizar la propiedad privada. En dos semanas del “concubinato” “Cachito”-Sixto ya tenemos las comisiones del Congreso que deben velar por la reforma agraria (que tiene todo que ver con la propie­dad privada) en manos de congresistas que alientan la ocupación de propiedades y pro­mueven leyes que la despenalizan y la incita­ción pública a acciones que paralicen la distri­bución de la producción nacional en las rutas. Solo dos semanas. El Abdo-luguismo apenas está empezando.

Paraguay ha sido valorado en todo el mundo por una conquista, fruto de la seriedad en su gestión económica: la estabilidad.

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Ella radica en un lugar muy fácil de deter­minar: una tarea de cuidado patriótico de los encuadres de las finanzas del Estado de manera que en lo público derive en recur­sos oportunos y constantes y en lo privado genere un clima de negocios, de competitivi­dad y de libre mercado, línea de base para la prosperidad.

En verdad que en este camino hay mucho que recorrer, principalmente en materia de políti­cas sociales, educación y salud, pero la estruc­tura más importante que sostiene el buen fun­cionamiento de la República es la estabilidad, y tal estabilidad es una conquista de décadas de buen manejo de los negocios públicos.

Este carnaval populista que de pronto irrumpe en medio de una trasnochada mez­cla colorado-izquierdista entre los lideraz­gos de Fernando Lugo y Mario Abdo Beni­tez desorienta a todos, instala una situación de angustia y provoca miedo a la inversión, siendo que mucha de ella proviene de países cuyos procesos comienzan a imitarse aquí como la Argentina.

La arenga de Sixto Pereira, uno de los hom­bres fuertes del pacto Marito-Lugo, pidiendo a los camioneros que sigan paralizando el paso de los transportes que llevan la riqueza del país de un lugar a otro, parecía una imita­ción del discurso populista de Moyano en la Argentina.

Abdo, que solo lee la Biblia, debería tomarse el tiempo de leer los diarios de Argentina o ver televisión para saber a qué riesgos se somete él y, lo que es más grave, somete a la econo­mía de su país. Las políticas populistas en Argentina, señor Presidente, han provocado la ruina y la estruendosa caída de miles de emprendimientos en los que los hermanos del vecino país habían apostado sus sueños y esperanzas.

Muchos otros Argentinos, señor Abdo, opta­ron por mudar sus inversiones a nuestro país. Imaginen lo que estarán pensando al apreciar la oscuridad que se extiende sobre nuestro futuro en manos de la misma mala política.

Los capítulos que se vienen parecen previ­sibles: la aprobación de la ley que permite la invasión de tierras sin consecuencias legales, la profesionalización de la ayuda social cuya consecuencia será el desapego por el trabajo, y la persecución a cualquier forma de pros­peridad de sectores productivos mediante el terrorismo impositivo.

Es hora que los sectores que trabajan por un país mejor se levanten a reclamar que ese Paraguay de oportunidades, con una eco­nomía sana y buen clima de negocios no sea devorado por los caranchos del populismo. Venezuela, Cuba y Argentina ya son ejemplo suficiente de cuánto se puede arruinar.

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