En un Poder del Estado donde se crean y se administran leyes, como el Congreso Nacional, no pueden o no deberían darse el lujo de pisotear ningún tipo de normativa.
La iniciativa del presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Alliana, de sancionar a quienes llegan tarde a las sesiones es digna de todo apoyo porque se ajusta a derecho y es una materia pendiente con los contribuyentes que les cumplen mes a mes con el pago de sus salarios.
“Estamos teniendo problemas cada vez que vamos a iniciar la sesión, el problema se da por las llegadas tardías o porque los colegas se conectan muy tarde para la sesión, teniendo en cuenta que hoy en día tenemos la facilidad de estar vía virtual, de forma no presencial”, reclamó el diputado Alliana hace unos días.
Él mismo advirtió que se cumplirá con las sanciones establecidas en el reglamento interno sobre las llegadas tardías de los diputados para las sesiones convocadas. El titular de la Cámara Baja mencionó que el reglamento establece una multa de G. 600.000 en el caso de las llegadas tardías, que será aplicada consecuentemente tras dos notificaciones.
Es inconcebible que en un Poder del Estado donde se debe velar por las leyes se sigan vulnerando reglamentos básicos que hacen a la presencia de sus miembros en las sesiones, razón por la que fueron electos por el pueblo. Porque es así, fueron elegidos para legislar mediante participaciones en el pleno de sus respectivas cámaras.
Por la situación de la pandemia, incluso los parlamentarios tienen sesiones de manera virtual; es decir, que en la comodidad de sus residencias pueden participar de estas reuniones. Además de esto, se estableció 30 minutos de tolerancia, lo que tampoco se cumple, según dijo el presidente de los diputados en uno de sus últimos reclamos.
El incumplimiento en la asistencia ha generado incluso convocatorias a sesiones extraordinarias. Varios ya fueron notificados, pero al parecer no les afecta, por lo que resulta razonable una sanción que les toque el bolsillo, única estrategia generalmente exitosa ante el desinterés por el trabajo.
En honor a la confianza del electorado que los votó para una honrosa representación, velando por las leyes de nuestra República y el sueldo privilegiado que perciben, por arriba de los G. 30 millones, son motivos más que sublimes para que cumplan con sus responsabilidades. Si el ejemplo no proviene de quienes administran las leyes, ¿con qué derecho se podría cuestionar a otros aburguesados que viven de jugosos sueldos del Estado?
La pandemia además nos hizo ver y sentir lo débiles que somos como Estado, sufriendo consecuencias lamentables a causa de ello. Instituciones que no funcionan, millonarios gastos innecesarios, el peso de los privilegios dentro del funcionariado público, las despiadadas contrataciones de adherentes y recomendados, una iniciativa abocada a honrar el compromiso con los contribuyentes es más que plausible, digna de ser acompañada con la presión de los medios de comunicación y la ciudadanía.
Los diputados y senadores, así como todos los funcionarios de la República que se sirven de salarios provenientes de los impuestos de los contribuyentes, deben aprender a cumplir con sus responsabilidades. Ser merecedores de los ingresos que perciben. Y eso incluye el respeto por las horas de trabajo, en este caso por las horas de sesión que guarda relación con la productividad como prestadores de servicios del Estado.