La rápida reacción de la senadora y ex ministra de Salud Esperanza Martínez criticando una iniciativa privada de poner al alcance de la gente un servicio ágil de atención médica con precios competitivos no puede ser considerada más que un ataque miserable para seguir manipulando las necesidades de una población históricamente defraudada en sus derechos básicos como el de la salud.
La cadena de clínicas de atención primaria abocada a la salud preventiva RapiDoc que estará a disposición de la gente en puntos de concurrencia estratégicos es la iniciativa que desató la crítica de la parlamentaria. Mediante su Twitter y sesiones de la Cámara de Senadores, arremetió contra el innovador modelo, diciendo que “el cartismo debilitó la política de Atención Primaria de Salud y las unidades de Salud de Familia, base de nuestro sistema público de salud”.
Cabe remarcar que el sistema público al que se refirió Martínez es similar al fallido programa sanitario implementado por el extinto Hugo Chávez en Venezuela.
La senadora criticó la ola de privatizaciones del sistema de salud pública que fueron emprendidas años atrás en varios países latinoamericanos, que buscaban disminuir la presencia del Estado ineficiente en materia de atención médica, en busca de eficiencia y libre competencia. Usó como disparador la política pública de Atención Primaria de Salud y las unidades de Salud de Familia para atacar a los privados.
Sin embargo, en su discurso admitió haber dejado como herencia de la era Lugo 800 unidades de Salud Familiar, pero en condiciones precarias. Según justificó, porque estaban “empezando”.
Políticos como la senadora Martínez parecieran vivir en un termo. No asumen que han formado parte de pésimas gestiones sanitarias con las que han heredado carencias y miserias que hoy son más notorias por las necesidades generadas con la pandemia del covid-19.
La población reclama mejores servicios, atenciones más eficientes que el sistema de salud pública no puede cubrir. De ahí emergen propuestas privadas que buscan paliar de alguna manera las insuficiencias de los hospitales.
La pandemia sirvió una vez más para que los que todo lo miran desde el fundamentalismo ideológico entiendan que lo público y lo privado no se enfrentan, sino se complementan y el salvataje de los centros privados para cubrir las carencias de los sistemas públicos es un ejemplo muy claro. Pero disparar contra lo que haga el que no forma parte de mi rebaño, no importa si es justo o injusto, ya es parte del canibalismo de nuestra política.
La arremetida, además, resulta hipócrita, considerando la serie de denuncias de corrupción que debilita al Ministerio de Salud, como la pérdida económica por compra de medicamentos vencidos en parques sanitarios de unos G. 14.000 millones en la era opositora, según consta en los archivos periodísticos. El despiadado derroche había surtido de medicamentos para una proyección de consumo por más de 40 años.
En su momento, se tuvo que redistribuir a varios hospitales los medicamentos comprados en exceso, aun así no se pudo evitar el vencimiento de muchos remedios ya que en algunos casos compraron para stock de 4 décadas. Escandalosa forma de malgastar lo público, que tanto dicen defender.
Sumado a esto, hay que recordar que las condiciones de las unidades primarias de Salud, que se ponen como ejemplo de base para el sistema público de salud, tienen limitados servicios. Investigaciones periodísticas incluso han dejado al descubierto que estos puestos sanitarios han colaborado con el planillerismo al funcionar de manera aislada a los controles.
Deben acabar los ataques sin sentido a las iniciativas que suman, por el solo hecho de provenir del sector privado. Toda inversión que apunte a ofertas de mejor calidad de vida con métodos más accesibles debe ser bienvenida.
Las autoridades deben aprender a evolucionar detrás de las innovaciones que se plantean en el mercado, más aún si estas responden a necesidades básicas como la salud. Una palabra clave que se impuso con la pandemia es “reinventarse”; el sector privado ha comprendido este mensaje, por ende, aparece con nuevas propuestas pensando en la necesidad de la gente en todos los rubros.
Los políticos, como el funcionariado estatal, debieran también comprender las necesidades de los nuevos tiempos, reinventarse, ofrecer a la ciudadanía mejores servicios y no aferrarse a modelos del pasado que solo sirvieron para vender espejitos a la ciudadanía.