Los últimos destapes de cómo existen verdaderos laboratorios de fabricación casera de máquinas tragamonedas, negocio que en este momento está en fuerte debate por la clandestinidad en la que opera, urge la intervención y colaboración de los entes de control pertinentes.
Estos aguantaderos deben exterminarse y apuntar a la rigurosidad del negocio que mueve millones en negro, situación reconocida por los mismos entes encargados de regularizar el juego de las tragamonedas, como el caso de la Comisión Nacional de Juegos de Azar (Conajzar), que desde la aparición de estas maquinitas callejeras nunca ha registrado ingreso de un solo guaraní por la explotación de las mismas.
Escandalosas cifras de importación de componentes de unos US$ 12,5 millones entre el 2019 y el 2021 revelaron desde la Dirección Nacional de Aduanas en el marco de nuestro programa de investigación “Tierra de nadie”, lo que demuestra la informalidad en la que se industrializan estas cajas.
El Ministerio de Industria y Comercio no registra una sola empresa de ensamblaje de máquinas tragamonedas, lo que cierra el círculo de la inoperancia en el control de un negocio que mueve miles de millones, pero sin aportar un solo guaraní al Estado. Y con el agravante de que pudieran ser verdaderas herramientas de estafa en el mercado.
El viceministro de Comercio, Pedro Mancuello, se comprometió a realizar los cruces con Aduanas y la Subsecretaría de Estado de Tributación para seguirle el rastro a estos fabricantes de máquinas tragamonedas que se camuflan de talleres de reparación de electrodomésticos, electrónica, metalúrgica, etc., que también mueven cifras extraordinarias, ya que los precios de las cajas oscilan entre los G. 2 millones a G. 4 millones y se estima unas 150 mil cajitas en funcionamiento en todo el país.
El debate y los cuestionamientos que ahora surgen en relación con el rubro de tragamonedas no deben limitarse solo a la adjudicación del censo y regularización de las máquinas. Debe proyectarse el serio objetivo de acabar con la clandestinidad desde la fabricación de las cajas, el pago de canon por la explotación del juego y un implacable plan para proteger a los menores de la adicción a las apuestas.
Los intendentes no pueden seguir desentendiéndose ante el hecho de que sus funcionarios pasen a pegar una calcomanía en los comercios y cobrar canon sin papel alguno, tal como testimoniaron varios comerciantes que explotan el juego en sus locales. El Ministerio de Industria menos aún puede continuar con el desconocimiento del origen de estas máquinas que copan veredas y todo tipo de negocios; así también, el Ministerio de la Niñez debe demostrar mayor eficiencia en la protección de menores y no solamente escudarse en las notas remitidas a los jefes comunales, avisando de la exposición de niños y niñas.
La Fiscalía anunció en estos días que irá tras los negocios clandestinos de juegos de azar, en los que se incluye el de tragamonedas. La reacción del Ministerio Público se dio con el destape del esquema de recaudación en negro difundido en medios de comunicación.
La iniciativa del Ministerio Público debe ser aprovechada por las instituciones responsables de que el negocio opere formalmente, protegiendo de posibles estafas a los apostadores y a los menores de la ludopatía. El Ministerio de Industria, para desmantelar la fabricación casera de las máquinas; Conajzar, para asumir sus atribuciones legales de regular el juego; las municipalidades, para acabar con la presencia de estas cajitas luminosas en lugares que no corresponden como veredas y comercios sin rigor; el Ministerio de la Niñez, para sumar sus denuncias contra la exposición de menores, y la Subsecretaría de Tributación, para generar ingresos al Estado.
Todas estas instituciones que por años alegaron falta de recursos o incapacidad para el control del negocio, ahora tienen la magnífica oportunidad de subirse al carro del Ministerio Público, sumar esfuerzos y acabar con esta peste de máquinas tragamonedas en condiciones ilegales que actualmente sirven de limosna para algunos avivados funcionarios públicos.