El Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep) asumió haber dicho una falsedad en la publicación sobre las tabacaleras del país en la que hacía afirmaciones sobre la producción de cigarrillos y que las industrias del sector evadieron el pago de impuestos y ocasionaron un perjuicio al fisco por 400 millones de dólares. La aclaración viene después de que la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) señalara la falsedad de las afirmaciones de la consultora económica reafirmando que no había tales evasiones ni incumplimientos de las industrias con las exigencias fiscales.
Aunque reconoce haber mentido en un trabajo científico avalado por una prestigiosa universidad de los Estados Unidos, haciendo un gran papelón, Cadep no toma la iniciativa de decir cuál es la verdad que corresponde a la investigación. Y tampoco pide disculpas por los daños ocasionados a las industrias del país que dan trabajo a miles de personas y cumplen sus obligaciones tributarias oblando miles de millones de guaraníes al fisco cada año.
La institución académica, que así se autodenomina, asumió finalmente en un comunicado que la publicación “Superproducción Tabacalera en Paraguay. Impactos Domésticos y Transfronterizos” que difundió el mes pasado se realizó sin contar con los datos oficiales de la SET. Con ello, reconoce que lo afirmado en el documento no corresponde a la verdad y que de hecho se basó en datos no verificados, como correspondería a un trabajo científico de verdad y no a una publicación de diletantes. Trata de justificar su grueso error señalando que en los estudios científicos “toda investigación, estudio o análisis arroja hallazgos que siempre pueden ser discutidos, debatidos y criticados dentro de las prácticas académicas de rigor”. Se olvida de decir que su “hallazgo científico” es una gran falsedad, un hecho que riñe con la verdad, que deja de lado los hechos reales para instalar una mentira. Una acción que está muy lejos de cualquier práctica científica, que resulta más bien propia de gente irresponsable y no de hallazgos discutibles u opinables.
Cualquier institución responsable, y más una entidad científica, sabe que hay normas básicas para publicar la información de sus estudios: chequear que el dato que se difundirá corresponde a la verdad, y que no se trata de una mentira disfrazada con versiones engañosas que llevan a conclusiones falaces.
La cosa empeora cuando la falsa referencia y la supuesta información son una simple mentira que se difunde como la conclusión de un estudio serio y de una investigación científica, con el evidente propósito de propalar una falsedad.
La entidad pretende justificar su error diciendo que con los datos que disponía, que eran incompletos, utilizó una metodología de estimación de volúmenes de venta aconsejada por una dependencia de la Universidad de Chicago para estudios de economía del tabaco. Agrega que solo después de la publicación del trabajo, la SET le envió los datos actualizados. Con ello, Cadep quiere responsabilizar al organismo público del error cometido. Una excusa infantil muy difícil de admitir en un estudio que tiene ínfulas de científico.
Señala luego que ante “las nuevas evidencias documentales, el Cadep realizará las rectificaciones que correspondan en relación con su estudio sobre la producción tabacalera en Paraguay”. Aunque, en realidad, las evidencias documentales a las que alude no son nuevas, sino que ya existían cuando confeccionó el documento.
Un estudio científico se diferencia de un vulgar chisme de barrio porque señala rigurosamente la verdad. Esta entidad, aparte de contar los detalles de la realidad sobre el tema de la producción de cigarrillos y el pago de los impuestos, para corregir su tamaño error, debe pedir disculpas. Porque cuando se menoscaba a alguien con la difusión de una mentira no solo se hace daño a la verdad, sino que se perjudica gravemente a las personas o entidades a las que se ha calumniado haciendo mella en su dignidad y su imagen de credibilidad.
Una de las lecciones que deja el grave error de Cadep es que no se puede afirmar nada serio sin disponer de los datos de la realidad, una norma tan elemental que no se entiende cómo pudo haberse olvidado. A menos que haya querido hacer un monumental ridículo, cosa que lo ha logrado ahora con su “estudio científico”.