El Tribunal Regional Federal (TRF) de Río de Janeiro, Brasil, determinó que el ex presidente Horacio Cartes no cometió delito alguno, por lo que quedó liberado de todo tipo de acusaciones en ese país. Con ello se confirma una disposición similar del Superior Tribunal de Justicia, que en el 2019 había determinado que nunca exis­tió el delito que se le imputa, que el ex pre­sidente nunca participó en ningún hecho punible, y que el Brasil no tiene ninguna competencia para juzgarlo.

Al desvirtuar las imputaciones por infun­dadas, la alta autoridad judicial del vecino país pone las cosas en su lugar y repara en cierto modo la incriminación que, por intereses políticos, desde territorio para­guayo, se había hecho con el fin de perjudi­car la imagen del ex presidente.

La anulación del proceso judicial contra el ex mandatario que determina que nunca cometió ninguno de los delitos que le qui­sieron atribuir es porque no se encontró culpabilidad alguna. Ello se debe a que el tribunal analizó minuciosamente la con­ducta del acusado y se percató de que no existió ninguna acción contra las leyes de ese país. Determinó que no hubo delito al brindar ayuda monetaria al empresa­rio Darío Messer en territorio paraguayo. Y que, por lo demás, no tenía jurisdicción alguna sobre hechos que pudieron haber acontecido en otro país.

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Como se recordará, en el 2019 el Tribu­nal Superior de Brasil ya había desesti­mado el pedido de prisión preventiva que de manera infundada había decretado un juez de Río de Janeiro, con argumentos similares a los ahora mencionados, porque no correspondía de acuerdo con las nor­mas judiciales y los hechos acontecidos. En aquella ocasión el juez brasileño había pretendido ridículamente apresar a Hora­cio Cartes por un hecho que se habría pro­ducido en el Paraguay, como si la justicia brasileña tuviera jurisdicción en territo­rio paraguayo, suponiendo que este país soberano fuera parte de esa nación. Ese pedido había sido objeto de duras críti­cas en los círculos del derecho por seme­jante pretensión descabellada, digna de un ignorante de las disposiciones legales más elementales.

En ciertos círculos políticos se ha reci­bido con agrado la decisión de la justicia del vecino país, pues mediante ella se está reparando una tremenda injusticia, como opinó el diputado Raúl Latorre. Recordó que era parte de una “tremenda persecu­ción política que fue esbozada, lamenta­blemente, en el propio territorio nacio­nal”, que en esta ocasión cae por tierra. Algo similar dijo el dirigente colorado Eduardo González, quien recordó que la intriga se generó en el Paraguay en tiem­pos de agitación política extrema, cuando algunos “quisieron quitar alguna ven­taja, sabiendo que él tenía un poder polí­tico muy fuerte, y pensaron que con esto podrían debilitarlo y a todos nosotros que somos sus adherentes”.

Una de las lecciones que arroja el hecho de que la justicia brasileña haya desesti­mado cualquier acusación contra el ex pre­sidente es que, como se dice en el lenguaje vulgar, la mentira tiene patas cortas, y no puede ir más allá de cualquier investiga­ción y cotejo de los hechos acontecidos. La mentira es la divulgación de un hecho falso o no acontecido que se propaga con el único propósito de engañar y causar perjuicio. No se compadece con la verdad y está movida siempre por la pasión del daño intencional. La mentira siempre es limitada y no solo afecta a la víctima, sino también la credibilidad del mentiroso. Se diferencia del simple embuste o el cuento porque es un fraude enderezado a ocasio­nar una lesión material o moral en la per­sona atacada, y su propósito final siempre es destruir la convivencia social mediante la hostilidad hacia los individuos. No en balde la Biblia señala como uno de los principales mandamientos del Decálogo: no mentirás, ni darás falso testimonio contra tu prójimo.

Por todo ello, reafirmar la verdad es un acto de honestidad muy necesario en un mundo de incertidumbre. Exaltar los hechos reales en medio de las falseda­des ayuda a construir una sociedad más humana como la que nos merecemos. Como en esta ocasión, es bueno que la verdad siempre se imponga, por encima de los intereses y las falsedades de los mentirosos que solo se engañan a sí mis­mos cuando pretenden burlarse de los demás.

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