Este reclamo ciudadano solamente lo oyen las autoridades en el Estado, es decir, solo perciben con sus oídos lo que se dice, no se esfuerzan por cumplir el ejercicio de escuchar, de prestar atención a lo que se oye, que es un legítimo reclamo de la gente, más todavía en momentos de pandemia en que escasean los recursos vitales para enfrentar las patologías, no solo la de los afectados por el covid-19 sino también de pacientes con otras afecciones. No es momento para graciosamente despilfarrar recursos públicos en aquello que por las circunstancias sanitarias no es prioridad del momento, y pretender tapar los vacíos financieros del Estado con un aumento de impuestos.
El sector privado, en términos generales, es el más golpeado económicamente y, sin embargo, continúa sosteniendo con sus impuestos a la trituradora de gastos del Estado. Al cierre de marzo, pese a la crisis económica, la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) recaudó impuestos con un crecimiento de los ingresos efectivos en el orden del 14,4%, comparado con el mismo período del año pasado; es decir, en esta pandemia el sector privado está cumpliendo con sus obligaciones a pesar de la coyuntura negativa que enfrenta a diario. El crecimiento de la recaudación recae en mayor medida sobre los impuestos del IVA que los pagamos todos, el IRE que es el gravamen a la renta empresarial, y el IDU, que no es otra cosa que un tributo que pagan todas las empresas por los dividendos y utilidades obtenidas a lo largo de un año de trabajo.
Por todo lo citado, el anuncio de la senadora oficialista Blanca Ovelar de aumentar los impuestos al sector productivo, como única alternativa para mejorar la eficiencia del Estado, como mínimo genera un rechazo, por la falta de empatía en este escenario difícil que enfrenta el sector privado por la crisis sanitaria que golpea la economía nacional. Lo que no se ve en un grupo de parlamentarios es su predisposición de eliminar el incremento de los montos destinados para el pago jugoso de sueldos, aguinaldos y gastos de representación, para los funcionarios de la Cámara Alta y del Congreso Nacional, esta medida la tomaron si dudar y sin importarles el escenario de la pandemia.
Es claro a todas luces que el problema no está en la falta de ingresos, sino en la estructura estatal, a esta corresponde mejorar el gasto público para lograr efectividad en los servicios públicos porque hoy en día un gran porcentaje de los ingresos tributarios es distribuido de forma desigual, con un elevado mantenimiento de la maquinaria estatal que absorbe salarios altos y privilegios.
Es necesario reorientar el gasto público para destinar esos recursos a sectores vulnerables, como salud, educación y seguridad interna, que en esta coyuntura requieren de mayor capital para salvar las exigencias que impone la pandemia. Procesos que además deben realizarse de manera transparente y sin corrupción.
Se vuelve urgente un consenso político para frenar el despilfarro y mejorar el gasto público, así como voluntad política del Ejecutivo para terminar la reforma del Estado, frenar el endeudamiento público, y en vez de pretender incrementar impuestos o crear nuevos tributos, hay que brindar incentivos a quienes en el sector privado están sosteniendo o generando fuentes de trabajo de forma legal y aportando a los ingresos fiscales.