El timón es el dispositivo utilizado para maniobrar un medio de transporte que se mueve a través del agua. Este funciona orientando el fluido, produciendo un efecto de giro o de empuje. En otras palabras, el timón es el mecanismo que gobierna el rumbo de una nave. La frase “golpe de timón” es una expresión marinera que significa dar a la nave un cambio brusco de dirección. Esta es una de las clásicas expresiones utilizadas en la vida política como una analogía para referirse, bien sea a que debe o que se produjo un cambio de rumbo importante en la conducción del Estado o de otra institución. En las últimas semanas, Paraguay llegó a un momento difícil en materia sanitaria y política, fue una coyuntura de demanda al Gobierno para que ejecute un golpe de timón sincero a fin de evitar que esta nave colisione, con resultados impredecibles. Podemos volver a enlistar la serie de acciones que reflejan el desgobierno en las altas autoridades del Estado, pero es el momento de que ellas escuchen el reclamo de la auténtica ciudadanía, de aquella que con civismo y altura se manifestó en las calles –no de la contratada turba “patotera”–, y cuya acción fue una seria exhortación a las cabezas del Gobierno, en particular, para que cesen en su improvisado comportamiento. La ciudadanía cívica dijo “no va más” y no hay espacio para cometer más errores. Es decir, la gestión sanitaria del Ejecutivo debe emanar mensajes creíbles, firmes, que recuperen su calidad moral y ganen la confianza de la ciudadanía para poder superar el grave momento que vivimos con la pandemia del virus SARS-CoV-2, que produce la enfermedad del covid-19.
La ciudadanía debe ser consciente de que la crisis sanitaria y política no es propia de Paraguay, sino que se repite en todo el mundo, con unos bemoles menos o más, y que la anarquía no es precisamente el punto de un nuevo comienzo en este escenario de pandemia, sino que sería el inicio del fin. Por supuesto que, como en todo, hay pescadores de río revuelto que a toda costa buscan beneficiarse con el desastre que crean. A los ciudadanos, como mandantes, nos corresponde el derecho de poner los puntos sobre las íes cuando la gestión gubernamental no está cumpliendo con el poder de representación que le otorgamos. Su límite llega a no tensar la cuerda excesivamente, porque esta termina rompiéndose y todo se va a pique.
Además, la ciudadanía, así como tiene derechos, también tiene obligaciones. En el caso de la pandemia, es acatar la norma sanitaria para que empiecen a bajar las muertes de pacientes con covid-19 y que las salas de internación en los saturados hospitales, se cada vez menor. Pero en este punto la gente debe hacer su mea culpa, porque está fallando enormemente, así lo reflejan los 3.695 fallecidos que tenemos hasta la noche de ayer sábado y los 1.745 internados en los hospitales del país que ya no dan Abasto o los 377 enfermos de covid que se debaten entre la vida y la muerte en alguna de la Unidades de Terapia Intensiva (UTI) del país. Sumamos 192.599 contagiados, estas cifras son el reflejo del fracaso ciudadano, del incumplimiento de su obligación.
Para el Gobierno y la ciudadanía, es el momento de ponernos de pie, de continuar con la solidaridad –ollas populares, donaciones de insumos, medicamentos, etcétera–, de mirar hacia adelante, con esperanza de que más temprano que tarde vamos a retomar nuestras actividades y que las debilidades del Gobierno pueden convertirse en la oportunidad de restaurar los desvíos en su gestión administrativa política y sanitaria, porque ya no tiene espacio para cometer más errores.