A mitad de la semana que termina, cuando la crisis en el Paraguay se reflejaba en las calles con las constantes manifestaciones públicas y reclamos, además de la desesperante situación desatada por la crisis sanitaria, las palabras del papa Francisco se hicieron escuchar desde el Vaticano. En medio de la catequesis de audiencia general de los miércoles, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico el Santo Padre se dirigió específicamente al Paraguay y muy especialmente a los momentos de dura crisis que atravesaba el país en ese momento, con la posibilidad de un juicio político al Poder Ejecutivo, además del oscuro panorama relacionado a la salud.
El papa Francisco reflexionó acerca de la oración y la Trinidad. A modo de introducción, se leyó un pasaje del evangelio de Juan sobre la promesa del Espíritu Santo. En la ocasión se refirió al espíritu como primer don de toda existencia cristiana y recordó que todos somos iguales “por dignidad, pero también únicos en la belleza que el espíritu ha querido que se liberase en cada uno de los que la misericordia de Dios ha hecho sus hijos”. Una profunda reflexión sobre la riqueza de la vida de cada uno de los individuos, tan iguales como diferentes en su esencia humana y cristiana.
Esta vez, además de las palabras dirigidas a todo el mundo, desde Roma, el Papa hizo un llamamiento particularmente al Paraguay, recordando que la violencia es autodestructiva y pidió hallar soluciones adecuadas a los problemas serios que afectan indudablemente a nuestra sociedad.
En una transmisión directa luego publicada por el Vatican News, al saludar cordialmente a los fieles de lengua española, el papa Francisco, antes de bendecirlos, les dejó una invitación: “Pidamos al Señor que inflame con el fuego del Espíritu Santo nuestros corazones. Que nuestra vida sea como la lámpara encendida junto al sagrario, que se consuma en la alabanza a Dios y el servicio a los hermanos, siendo testigos alegres de su presencia en medio del mundo”.
Después de rezar el Padrenuestro y de impartir su bendición apostólica a cuantos participaron en esta audiencia general a través de los medios de comunicación, el Papa se refirió al Paraguay y dijo que durante esta semana le han preocupado las noticias que llegan desde el país.
“Por intercesión de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, pido al Señor Jesús, Príncipe de la Paz, que se pueda encontrar un camino de diálogo sincero para hallar soluciones adecuadas a las actuales dificultades, y así construir juntos la paz tan añorada. Recordemos que la violencia siempre es autodestructiva. Con ella no se gana nada, sino que se pierde mucho”.
El constante recuerdo afectuoso del Santo Padre para esta tierra y su ruego a la Virgen de Caacupé para que la proteja, más allá del significado religioso, es una clara demostración de su cercanía con el Paraguay y su deseo debería impulsarnos a tratar de comprender la importancia real del diálogo y la solidaridad, el respeto mutuo y la capacidad de abandonar las expresiones de violencia que no construyen sino dolores y tristezas.
La preocupación del líder de la Iglesia Católica con relación a la crisis política de ese momento agravada por la situación sanitaria trajo un mensaje para que por encima de las voces y de los reclamos y sufrimientos, los paraguayos encontremos la manera de defender las ideas sin violencia, sino a través del diálogo que dé frutos más allá de las palabras y promesas.
Las palabras de Francisco llaman a las autoridades y líderes a considerar como “iguales” a los más vulnerables y trabajar con sinceridad y honradez en la búsqueda del bien común y a la ciudadanía a dejar de lado la violencia para aprender a compartir y debatir ideas sin que el odio supere la fuerza del respeto y la solidaridad, que más que nunca es necesaria en estos momentos tan difíciles que atraviesa el mundo entero en los que nada tiene un valor más grande que la vida.