Luego del problema sanitario oca­sionado por la pandemia, ahora se ha sumado la crisis política que ha puesto en jaque la estabili­dad de la más alta cúpula del Gobierno. En las manifestaciones callejeras de los últi­mos días, uno de los pedidos principales de los exaltados manifestantes fue el cambio de las máximas autoridades del Poder Eje­cutivo. Los analistas hablan de que existe un hartazgo de gran parte de la ciudada­nía por la falta de vacunas para combatir la pandemia, la escasez de medicamentos e insumos médicos en los hospitales, los casos de corrupción denunciados y la cues­tionada conducción del Gobierno en varias áreas de su administración. Y que eso ha hecho que mucha gente se haya volcado a las calles, incluso con lamentables desbor­des de los violentos.

Este clima de insatisfacción social, de ines­tabilidad política y la falta de respues­tas efectivas al covid-19, cuyos casos van aumentando en números nunca vistos, pone un ambiente de incertidumbre que puede ser muy peligroso para el país. No solo por la importancia del problema sanitario cre­ciente. Es que esta insatisfacción puede repercutir también en forma negativa en la economía y alterar las posibilidades de reactivación, la tabla de salvación que tiene el Paraguay para este tiempo signado por la enfermedad.

Las crisis en los gobiernos son hechos rela­tivamente frecuentes en la vida de un país. No se las puede evitar porque forman parte del devenir cotidiano y dependen de muchos factores que no siempre se pueden contro­lar. Lo que hay que asegurar siempre es una respuesta adecuada, pronta y efectiva para encarar con éxito la solución. Y para ello, aparte del equipo de personas, es impres­cindible un diagnóstico apropiado del pro­blema y una reacción acertada.

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El Poder Ejecutivo ha realizado últimamente algunas modificaciones en su gabinete de trabajo variando algunas piezas. Ha rele­vado a algunos ministros poniendo a otras personas que estarán al frente de las grandes responsabilidades de la conducción nacio­nal. Aunque es muy pronto para opinar de los nuevos ministros, es oportuno destacar que lo más importante es la política del Gobierno para encarar los problemas del país.

Hay que entender que cuando se habla de cambios necesarios en el Gobierno no se refiere solo a que haya nuevas personas en los cargos. Lo más importante son las deci­siones que alteren el rumbo de la política cuestionada y la rectificación de los errores cometidos para buscar caminos más acer­tados. Es positivo cambiar a las personas, sobre todo sin son resistidas por los errores cometidos o por su manifiesta incapacidad para la tarea que deben desarrollar. Pero el simple relevo de individuos en los pues­tos importantes no garantiza mayormente nada si no se fija el timón de la nave hacia la dirección adecuada. Es decir, la conducción política debe enderezarse hacia los objetivos relevantes e ir variando su estrategia con­forme las circunstancias lo exijan. La vida de un país tiene una dinámica que obliga ir ajustando constantemente las acciones en la medida en que se van presentando los nue­vos desafíos.

El gobierno del presidente Abdo Benítez tiene que poner funcionarios aptos e inco­rruptibles en los cargos de su administra­ción. Debe encargar la tarea pública a los mejores. Pero tiene que entender que no basta con nuevas caras en el gabinete si la conducción política no corrige sus des­aciertos, si no elimina sus deficiencias y no encara con solvencia las situaciones que se presentan.

La conducción del país necesita estabili­dad para dar certidumbre a todos. Para ello, las autoridades deben dialogar con todos los sectores y escuchar las pro­puestas de los empresarios, productores agrícolas, trabajadores, campesinos y las organizaciones sociales. El Ejecutivo debe articular los mecanismos necesarios para atender los reclamos ciudadanos y reali­zar las modificaciones necesarias en las instituciones para buscar la eficiencia en su gestión. Para salir de la situación actual debe ser capaz de elaborar un escenario que le dé credibilidad, que le haga más ágil, efectivo y transparente en la administra­ción del país.

Debe enmendar sus errores y abocarse a proponer un modelo que ayude a construir el país que nos merecemos. Las crisis son peligrosas si no se las sabe administrar, pero constituyen una oportunidad para nuevos logros si se las encara de manera acertada.

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