Luego de una larga pausa de casi doce meses de cierre obligado vol­vieron a abrirse ayer las aulas de las instituciones públicas de ense­ñanza. En medio de la ilusión de un nuevo año escolar, las controversias entre varios sectores, miedo a más contagios e incluso planteamientos judiciales contrarios se rea­brieron los institutos de enseñanza del sec­tor público. Gran cantidad de alumnos, que se estiman en alrededor de 700 mil jóve­nes de todo el país, retornaron a los cole­gios estatales y privados subvencionados de manera presencial. Lo hicieron con tapabo­cas y cumpliendo los protocolos sanitarios exigidos, como el lavado de manos y guar­dando la distancia reglamentaria.

Las entidades de enseñanza privadas ya habían comenzado sus actividades en la segunda quincena de febrero sin mayores dramas. Pero no es así en el sector público donde convergen situaciones que a menudo llevan a duros enfrentamientos entre los principales protagonistas de la actividad educativa, en los que casi siempre los alum­nos llevan la peor parte, pues son perjudica­dos en su proceso de aprendizaje.

Uno de los principales obstáculos del retorno académico presencial ha sido la gran canti­dad de instituciones de enseñanza en malas condiciones edilicias, con las deficiencias más diversas, desde techos a punto de caer, paredes casi derruidas, hasta servicios higié­nicos en pésimo estado. Numerosos testi­monios publicados en los medios de comu­nicación han mostrado a la ciudadanía la situación de colegios y escuelas con panora­mas lamentables, no en los rincones perdidos de la patria, sino en zonas cercanas a la capi­tal y en ciudades importantes. De los lugares más alejados no se tiene mayores datos, pero se presume que no están en mejor estado.

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Según la estadística del Ministerio de Edu­cación y Ciencias (MEC), solamente el 5% de las instituciones educativas está en pési­mas condiciones, y las que se encuentran en mal estado con diversos problemas rondan el 23%. Lo que quiere decir que solo el 72% del total de los locales escolares está habilitado para albergar alumnos.

Por de pronto, 729.000 niños y jóvenes de instituciones oficiales son los que van a cla­ses presenciales, según el MEC. Y otros 371.000 jóvenes seguirán sus aprestos aca­démicos a través de la modalidad virtual. Los locales estatales habilitados para recibir alumnos de manera presencial suman 6.763 instituciones en todo el territorio nacional. Existen dudas y temores por la eficiencia del sistema educativo ya que muchas localidades y barrios pobres de ciudades importantes no cuentan con los medios técnicos para las cla­ses a distancia. Como muestra sirve el caso de una escuelita del Bañado Sur de Asunción atendida por monjas católicas donde gente de buena voluntad paga el salario de una maes­tra para los niños, pues no tienen internet ni tecnología para las clases virtuales.

Desde el punto de vista pedagógico, las cla­ses presenciales son el mecanismo más ade­cuado para impartir y recibir educación. Pero dada la situación sanitaria ocasio­nada por la pandemia que está produciendo muchos contagios y decesos, hay sectores médicos que desaconsejan la presencia de los chicos en las aulas. Aunque también exis­ten especialistas que están a favor de las cla­ses presenciales con argumentaciones muy razonables. Recientemente, la directora de Promoción de la Salud del ministerio del ramo, Adriana Amarilla, había manifestado que las actividades en instituciones educati­vas nacionales tienen menos riesgo de conta­gio del covid-19 que otras tareas menos esen­ciales que habitualmente se cumplen. La propia Sociedad de Pediatría del Paraguay se había mostrado partidaria de las clases pre­senciales de los niños, siempre que se pusie­ran en práctica los protocolos sanitarios de rigor y se tomaran otros cuidados paralelos.

Un aspecto cuestionable en este proceso de la vuelta a los colegios es la postura negativa y el planteamiento judicial hecho por algu­nos gremios docentes contrarios al reinicio de las clases presenciales, lo que impide el retorno normal en muchos lugares. Ciertos sindicatos no toman en cuenta el interés de los estudiantes y escolares que son los úni­cos perjudicados con posturas extremas ante la necesidad de retornar normalmente a las aulas y facilitar el aprendizaje de los menores.

La reapertura de las instituciones de ense­ñanza debe concitar el interés y la colabora­ción de todos, pues se trata de nada menos que la formación de la porción más delicada de la sociedad.

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