Si bien es un reclamo reiterado en el actual Gobierno la falta de medicamentos en los hospitales públicos, con el inicio de la pandemia y a lo largo del año pasado, estos se volvieron más escasos que de costumbre, esta situación en lo que va del año tampoco varió. Resulta extraña la falta de gestión en el Ministerio de Salud, puesto que no adolecen de la falta de recursos, por el contrario, cuentan con el dinero suficiente para cubrir la demanda de los mismos. Hablamos no solamente de los recursos escasos en las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) para los pacientes con covid-19, sino en general, para todas las demás dolencias, todo esto se refleja objetivamente en la baja ejecución presupuestaria del ministerio rector de la salud en Paraguay.
El ministro Julio Mazzoleni reconoció la existencia del problema, en su defensa argumentó que el problema no es el dinero sino más bien la falta de stock para la compra de medicamentos. Amén de estas declaraciones, la realidad es que en los sitios privados, así como en las farmacias que están frente a los hospitales, sí hay los medicamentos para ser adquiridos, los mismos que escasean en el sector público.
El punto más preocupante para la adquisición de medicamentos e insumos hospitalarios para el sector público sigue siendo limitada la capacidad del Ministerio de Salud en la ejecución de su presupuesto. El año pasado el plan financiero previsto para esta cartera de Estado fue superior a los 426 millones de dólares, hasta finales de diciembre del 2020 apenas habían ejecutado un poco más de 121 millones de dólares. Es decir, apenas se usó el 30% de todo el presupuesto de los fondos que se destinaron para la salud pública. Es decir, esa fue una gestión que aplazó al Ministerio de Salud y por ende al gobierno del presidente Abdo Benítez.
Lo sucedido el jueves pasado con Joel Oviedo, hermano de un paciente internado en terapia por covid-19 en el Hospital Regional de Villarrica, pinta de cuerpo entero la patética situación que enfrentan diariamente miles y miles de los habitantes de nuestro país, para quienes el Estado está ausente también en este aspecto, y son las familias de los pacientes quienes deben cargar con todos los gastos para lo que deben recurrir hasta a empeñar el alma a los usureros.
El clamor de Joel Oviedo pidiendo al presidente de la República medicamentos para salvar la vida de su hermano es la voz de las denuncias de familiares de pacientes, que de manera reiterada vienen exponiendo la falta de medicamentos en los hospitales públicos. No solamente con pacientes de covid-19, sino también con los oncológicos, los renales, entre otras dolencias. No se diga para aquellos que sufren de las denominadas Enfermedades Raras, como la fibrosis quística y la hemofilia, o el síndrome de Angelman, entre otros, para estos solo la generosidad y el milagro son la solución.
La pandemia agudizó aún más la falta de acceso de la gente a la salud y a los medicamentos, en un momento en que la misma se volvió transcendental. Los más vulnerables no se están beneficiando del dinero que los ciudadanos aportan con el pago de sus impuestos, la mala calidad del gasto y la ineficiencia para ejecutar estos recursos provenientes del pago ciudadano de tributos desnudan una vez más la precariedad del sistema de salud pública, muchos creyeron que mejoraría la situación con la pandemia, porque el Estado endeudó a las futuras generaciones para enfrentar a la misma, pero volvió a repetirse el esquema de la incapacidad per se en el sector público.
La crisis de la pandemia es la brillante oportunidad para que el Gobierno y el Ministerio de Salud Pública fortalezcan el sistema sanitario, incluso para posicionar la imagen de una gestión gubernamental a la altura de las circunstancias, pero la baja ejecución presupuestaria en salud, fruto del desabrido compromiso de cumplir con el mandato, solo deja como saldo, hasta el momento, una floja gestión del Estado en beneficio de la gente.