Uno de los dilemas que enfrenta la sociedad para­guaya al comenzar el nuevo año es saber cómo sobre­llevará los efectos de la pandemia. Y el otro es qué pasará en el campo eco­nómico, con un Estado cada vez más derrochador a pesar de que estamos pasando por épocas de vacas flacas. Las cifras indican situaciones muy delica­das porque a pesar de los momentos difíciles, hasta ahora no se ha podido conseguir que el Estado frene sus gas­tos. Y ante esa dura realidad de estar sin plata hay versiones de que el fisco quiere aumentar algunas tasas imposi­tivas o de crear nuevos tributos. Claro, ante el incremento incesante de sus erogaciones y sus bajos ingresos no puede recurrir solo a los préstamos para hacer frente a sus requerimientos financieros.

Por eso más que nunca hay que insistir en la urgente necesidad de la reforma esta­tal, que comience sobre todo recortando los gastos improductivos del inmenso aparato fiscal que son cada vez más altos.

El Estado paraguayo aumentó el total de sus gastos en 24,94% en los últimos dos años y para el 2021 prevé un alza del 7% en su presupuesto, lo que, de cumplirse, representará un crecimiento de algo más del 30% de sus erogaciones en tan solo tres años. En tanto que sus ingresos tota­les disminuyeron 0,47% en el último bie­nio, principalmente porque en el 2020 tuvo una caída del 3,72%. Se aguarda una recuperación en las recaudaciones este año, pero se estima que no se dará en la proporción en que han subido últi­mamente las erogaciones, lo que hará aumentar el saldo negativo de las finan­zas públicas.

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Mirando los números y haciendo las com­paraciones está claro el desfasaje en las finanzas públicas. Los gastos totales del Estado subieron en el 2020 en 15,55%, pues de 33,329 billones de guaraníes en el 2019, el año pasado alcanzaron 38,513 billones, lo que representa un alza de 5,184 billones de nuestra moneda.

Se podría decir que en el 2020 se hicie­ron muchas erogaciones por el tema de la salud y las obras públicas, lo cual es cierto. Pero solo en remuneraciones a los empleados estatales se alcanzó un alza del 6,58%, en tanto que para otros gastos hubo un crecimiento del 24,27%. En los dos últimos ejercicios fiscales por pagos de los salarios públicos se tuvo un incre­mento del 15%, pues de los 15,118 billones del 2019, el año pasado se pagaron 17,514 billones de guaraníes en sueldos públicos.

Mientras los egresos suben, las recauda­ciones están empantanadas. El total de ingresos en el 2019 tuvo un incremento del 3,37% frente al 2018, pero el año pasado sufrieron una merma de 3,72%, especialmente por la caída de los ingre­sos tributarios, que tuvieron un bajón del 3,76%. En el 2020 se recaudó un 2% menos que en el 2018, un retroceso inad­misible si se tiene en cuenta que los gastos totales crecieron 12 veces más.

La inversión pública tuvo un buen desem­peño en los últimos años, pues del 2018 al 2020 registró un incremento de 84,9%, ya que de los 4,668 billones que se invirtie­ron en el 2018, el año pasado se alcanzó 8,670 billones de guaraníes.

El endeudamiento neto del Estado para­guayo se incrementó 49,7% en los dos últimos años, pues de 2,977 billones en el 2018, en diciembre último se alcanzó 14,800 billones de guaraníes, lo que cons­tituye una suma récord para las finanzas del Paraguay.

Debido a las altas erogaciones del Estado y los pobres ingresos, el país está en estos momentos con un fuerte déficit fiscal, que si no se soluciona a tiempo pondrá en aprieto el equilibrio macro-fiscal que tra­bajosamente se ha podido conseguir en los últimos tres quinquenios. Los pronós­ticos indican que el país solo podrá llegar a equilibrar sus finanzas dentro de dos años, en el caso de que todo se vaya nor­malizando. Pero para ello el Estado tiene que tomar en serio el achicamiento de sus estructuras obsoletas que configuran un aparato de despilfarro descomunal.

Si las autoridades nacionales y la clase política no lo hacen, se estará poniendo en aprieto el presente y el futuro del Paraguay.

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