La verdad absoluta no existe, el conocimiento es un proceso de movimiento permanente que va del no saber al saber, del conoci­miento de los fenómenos aislados, de los aspectos parciales de la naturaleza a su conocimiento más profundo y más com­pleto, al descubrimiento continuo de nue­vas leyes de su desarrollo. Este debe ser el faro que guíe el debate sobre cómo debe aplicarse la formación educativa de nues­tros niños y jóvenes en el 2021. La impo­sición de un sistema no es la mejor solu­ción después de haber vivido un periodo catastrófico en esta área, como fue el año pasado. La idea del Aty Guasu (gran reu­nión) propuesta por el Ministerio de Edu­cación y Ciencias (MEC) es una excelente idea para alcanzar consensos sobre el tema. Sin embargo, esta reunión pierde el foco cuando se pretende cerrar acuerdos solo con los incondicionales mientras te mues­tras parco en los esfuerzos para acercar a la oposición a la mesa del debate.

La síntesis es fruto del análisis serio de las tesis y antítesis, ese resultado siempre será óptimo porque es fruto del diálogo y consenso entre contrarios. Eso implica tener humildad en los dos lados para sentarse a defender posicio­nes, escuchar, reconocer y enmendar. Este es el inicio serio para los cambios reales, pero lamentablemente ahí estriba una de las patas cojas en el MEC, ausencia de humildad en la cabeza de la institución. El 2020 fue un año de alta improvisación en materia educativa. Las circunstancias reales del inicio de la pande­mia nos marcaron la hoja de ruta, ya que como país no estuvimos preparados para enfrentar el nuevo paradigma que nos trajo el coronavi­rus. Pero al mismo tiempo nos dejó riquísimas enseñanzas, como tener claro lo que nos falta para tener un sistema educativo moderno, ali­neado con los desafíos que imponen las tecno­logías de la información y comunicación (TIC). Comprendimos que más allá de la tecnología, también estaban problemas socioeconómi­cos que se constituyeron en barreras para los estudiantes de los sectores vulnerables a quie­nes les fue titánico acceder a clases en línea por celular o intentar aprender mediante el gasto en fotocopias, cuando no había dinero ni para la comida del día.

Pero, asimismo, surgieron actividades de inno­vación de las cuales fuimos aprendiendo, cono­cimos experiencias de centros educativos en nuestro país, que desde hace mucho tiempo venían aplicando modelos innovadores y con un alto éxito. Vimos las falencias formativas de nuestros docentes, pero también su empuje para llegar a sus alumnos con la enseñanza en medio de todas sus limitaciones. La voluntad de los padres para sobrellevar un nuevo sistema de educación para sus chicos.

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Ahora el desafío es continuar con la ense­ñanza, pero obviamente mejorada en medio de un escenario en el que los casos de contagio del covid-19 se están disparando. La situación socioeconómica de los alumnos de sectores vul­nerables no cambió, el desempleo no disminuyó y el negocio de la educación privada está en riesgo con la continuidad del modo virtual, los niños necesitan retomar la sociabilización con sus pares para no perder sus habilidades socia­les. Todo esto para que el conocimiento perdido el año anterior sea recuperado y poder avanzar con los saberes que se deben adquirir este año.

La retórica como planteo para justificar pos­turas y pretender llevar las cosas conforme a los intereses personales de cada sector no son éticos ni morales. Que el volver físicamente a las aulas no responda a la necesidad del nego­cio educativo, el dinero nunca puede estar por encima de la vida de los chicos, sus familias y los educadores. Se debe garantizar de manera absoluta y sin ningún tipo de excepciones la bio­seguridad de quienes decidan voluntariamente retornar al modo presencial, así como mejorar ostensiblemente el mejoramiento del aprendi­zaje en modo virtual para quienes no se sienten aún seguros del retorno. Asimismo, se deben optimizar los procesos con los alumnos de los sectores vulnerables, para quienes la educación es la clave para salir de la miseria y considerar que los padres de muchos de ellos continúan desempleados o con una merma de sus limita­dos ingresos, no olvidar que la penetración de internet en el país todavía es una falencia no superada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic). Además, se deben considerar los niveles de contagio por región, la edad de los chicos con capacidad para autogestionarse el uso de las herramientas para la virtualidad, tener plan B y Z en caso de que cambien las actuales circunstancias, etc. Hay mucho por debatir y acordar técnicamente.

El MEC y los distintos actores del proceso edu­cativo están obligados a eliminar la imposición y la improvisación, así como a privilegiar la vida y el aprendizaje.

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