Luego de haber superado los 100 mil casos de covid-19 desde marzo, en que se registró el primer deceso, y sobrepasados los 2.100 fallecidos en nueve meses, Paraguay se apresta a encarar la parte más dura de la lucha. Esa batalla no será solo contra el avance de la enfermedad, con los hospitales llenos y el arduo trabajo de los equipos médicos. Será también contra la inconsciencia, la estupidez y la indisciplina de mucha gente que no cumple los cuidados sanitarios, que son la única medicina válida hasta ahora contra la pandemia.
El avance de la enfermedad constituye un peligro cada vez más importante según apuntan las cifras de los numerosos nuevos casos y decesos que se van conociendo.
En los primeros veinte días de diciembre se ha tenido el mayor número de contagios en promedio desde marzo, un dato no despreciable a la hora de hacer un diagnóstico de la realidad. Desde el martes 1 de diciembre hasta el domingo 20, se han producido 17.365 nuevos casos de la enfermedad. Esto da un promedio de 868 contagios por día, que son 227 casos diarios más del promedio de noviembre último, cuando se registraron 641 por jornada. Los fallecidos en esos 20 días ascienden a 332 personas, lo que da un promedio diario de 17 decesos (16,6).
Por eso es inaceptable y digna de repudio la actuación del diputado de Alto Paraná Jorge Brítez, quien está realizando una campaña contra el uso del barbijo, el elemento indicado por la más alta autoridad sanitaria del planeta, la Organización Mundial de la Salud (OMS), como de uso necesario para evitar contagios. Es más, el legislador, muy poco conocido por su actividad legislativa, merecería ser sancionado por atentar contra la salud de la gente pidiendo que se desobedezca una ley.
El 25 de noviembre se promulgó la Ley 6.655 que establece la utilización obligatoria del barbijo para hacer que todos los que habitan este país utilicen ese elemento como protección contra la enfermedad. El uso de las mascarillas higiénicas que cubran nariz, boca y mentón es imprescindible para todas las personas que circulen en todo el territorio nacional, en lugares públicos o privados con más de 5 personas en el mismo espacio, lo que rige para instituciones de salud, de educación, centros comerciales de toda índole, establecimientos religiosos, vehículos de transporte público, así como en los establecimientos deportivos, entre otros puntos.
Como si fuera poco, la propia Constitución Nacional, que en su artículo 68 habla del derecho a la salud, establece que “toda persona está obligada a someterse a las medidas sanitarias que establezca la ley, dentro del respeto a la dignidad humana”.
El diputado Brítez no tiene derecho a realizar una campaña contra la salud de la gente pidiendo desobedecer la Ley 6655 y dando las espaldas a la Carta Magna. Tendría que saber que se puede criticar una ley, pero que nunca se debe proponer y pretender su desobediencia. El legislador no tiene ninguna facultad científica para ir contra una disposición sanitaria ni se le puede reconocer altura moral por desaconsejar la protección de la salud de las personas.
Teniendo en cuenta que predica la transgresión de la ley y que con su actuación pone en peligro la salud de los ciudadanos, este legislador debería ser castigado por sus colegas diputados con la suspensión en sus funciones o el desafuero, si corresponde, para ser juzgado por la Justicia. Por cosas menos graves otros legisladores han sido sancionados en el Congreso.
En medio de la grave complejidad de nuestra realidad sanitaria, mientras en los servicios médicos se libra la más ardua lucha contra la enfermedad entre las carencias y a veces la incomprensión, hay que dar también una dura pelea fuera de los hospitales. No solo reprobando las estupideces, como las de los que incitan a cometer hechos ilegales, sino obligando a todos al cumplimiento de los protocolos sanitarios exigidos por la Ley 6655.
Cuando muchas familias paraguayas están desoladas en medio del dolor por la pérdida de sus seres queridos y miles están sufriendo la enfermedad, los ciudadanos tenemos la seria obligación de combatir la pandemia para que no siga avanzando.
No cabe otra actitud racional para evitar el desastre.