Al promediar el último mes del año hay señales de que la situación sanitaria es de riesgo por los muchos nuevos casos del covid-19. El número promedio de contagios es mayor que en semanas anteriores, el de fallecidos se mantiene estable, pero la voz de alarma de algunos médicos que están en los puntos álgidos de los hospitales es para preocuparse. Manejan datos que no causan tranquilidad para el panorama futuro.
La situación de la pandemia en el Paraguay no es aún crítica, según los especialistas. Pero si continúa el descuido y el aumento de contagios, se van a vivir momentos más complicados en las próximas semanas. Para algunos el colapso de hospitales y centros sanitarios es inminente si prosigue el ritmo de casos que se han registrado desde finales de noviembre.
El viernes 11 de diciembre se conocieron datos alarmantes, pues la cantidad de nuevos casos fue ese día de 1.155, cien más que el anterior récord de 1.055 contagiados que se contabilizó el 1 de diciembre. El 4 de ese mes la cantidad de nuevos enfermos había alcanzado 1.022, el día anterior 995 contagiados, en tanto que el 2 de diciembre ascendió a 1.003 casos.
Teniendo en cuenta estos números y los de los días posteriores, al 14 de diciembre la cantidad de nuevos casos alcanzó a 94.223 personas, cifra que comparada con los 82.424 contagiados al 30 de noviembre, revela que en los 14 días de diciembre se sumaron 11.799 nuevos enfermos de covid-19. Esta cifra significa que hubo un promedio de 842 contagiados por día en lo que va del mes. Esto frente al promedio de noviembre de 641 casos diarios, implica un aumento de 201 contagios más por jornada, es decir, un 31% de incremento.
Las voces de alarma de algunos especialistas son elocuentes: el neumólogo Carlos Pallarolas indicó que los hospitales están con una alta ocupación de camas de terapia intensiva y que vamos al colapso si no se llama a la conciencia ciudadana para que se cuide.
Por su lado, la presidenta de la Asociación de Médicos de Alto Paraná, Idalia Medina, dijo que en la zona los casos se han duplicado en una semana y que ese era el temor que tenían. “Prácticamente, acá ya es una joda total, ya nadie respeta los protocolos”, se quejó. Su pronóstico fue terrible si se llegan a los días de fiesta con este ritmo de contagio: “No vamos a poder contener (la enfermedad), no vamos a tener lugar (en los hospitales) y, lastimosamente, la gente va a morir. Estamos con problemas de insumos, laboratorios y así va a ir aumentado y cada vez será peor”.
Ante el peligro inminente no se debe quedar impasible. Para contrarrestar ese riesgo existe una sola fórmula, simple, pero ignorada por muchos, observar los cuidados sanitarios de rigor ya consabidos: usar barbijo, lavarse las manos con jabón y agua con frecuencia y observar el distanciamiento necesario. Y, con energía, hacer que se cumpla esa medida.
Pero, si es lamentable el comportamiento de mucha gente irresponsable que merece corrección, hay que señalar también que es penoso el déficit por parte del Gobierno en la falta de vigilancia para que se obedezcan las normas de protección.
El Ministerio de Salud, como responsable principal de la situación sanitaria del país, debe tomar el toro por las astas y cumplir su tarea con eficacia. Junto con la Policía Nacional e incluso con efectivos de las Fuerzas Armadas debe obligar de manera contundente a observar el estricto cumplimiento de las disposiciones sanitarias a las personas renuentes. Tienen que desplegar sus fuerzas en todos los sitios de aglomeración, y proceder con rigor en los que se observa el relajamiento de las conductas.
Hasta este momento, las instituciones competentes se han conducido tibiamente en esa materia. No hay que esperar llegar a situaciones incontrolables para comenzar a hacerlo con la solvencia que requiere la circunstancia. Esta es una tarea irrenunciable y urgente de las autoridades nacionales que no admite pretextos ni actitudes tibias.
Cuando están en peligro la vida y la integridad de las personas no sirven para nada los discursos ni las buenas intenciones. Hay que actuar con firmeza y decisión, con la rapidez que requiere la emergencia.