­El proceso hacia la normalidad de la vida del país en medio de la emergencia provocada por la pandemia va dando pasos ade­lantados. Luego de varios meses de ence­rrona y rígidas normas que impedían el movimiento de personas y la gestión de empresas, se han permitido numerosas actividades y se está llegando a una aper­tura casi total. De ese modo, paulatina­mente iremos superando los rigores del encierro, recomponiendo los distintos renglones de la economía, articulando nuevas medidas para reanimar las activi­dades sociales, encarando la solución de realidades antes inexistentes.

A pesar de todas las conquistas y nue­vos logros en esta larga batalla, ya no podremos prescindir de un nuevo modo de encarar nuestras vidas, una novedosa modalidad de llevar adelante el día a día con la prudencia, el cuidado y la respon­sabilidad para hacer frente a la enferme­dad. De esa manera, luego de haber sor­teado los distintos ciclos del encierro y las diversas fases de la cuarentena, hemos llegado a la etapa de crear ahora un nuevo modo de vida responsable. Y, así como hubo una recordada cuarentena respon­sable, debemos iniciar de ahora en más un sistema de convivencia con todos los cuidados que puedan garantizar la nueva etapa que estamos llevando adelante.

Con la experiencia que se ha adquirido en los últimos meses en el manejo de la emer­gencia sanitaria, recogiendo las lecciones aprendidas, se debe pergeñar un cuida­doso sistema de control para garantizar la vigilancia sanitaria. Los distintos organis­mos públicos del área y entidades privadas especializadas deben acordar un código de conducta exigible con base a los proto­colos de salud ya conocidos, que aparte de contemplar el modo de actuar insista en cómo inspeccionar las conductas, incluso creando sanciones educativas para los que incumplen los protocolos sanitarios. La regla que se aplique debe contemplar tam­bién el empleo de correcciones efectivas, teniendo en cuenta la función educativa que tiene el castigo para obligar a los indi­viduos a respetar las disposiciones. No son necesarios castigos duros sino reconven­ciones enérgicas que ayuden a enmendar la conducta y obliguen a observar las normas.

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Comprobar el cumplimiento de las disposi­ciones para exigir la protección de la salud de todos es una tarea relevante que hasta ahora se ha descuidado de parte de las auto­ridades competentes. Excepto en la pri­mera etapa de la cuarentena total, en nues­tro país no se ha ejercido una inspección severa del comportamiento de la gente, que contó incluso con la participación de efecti­vos militares y de la Policía Nacional.

Teniendo en cuenta el patrón de com­portamiento promedio de gran parte de la población, la vigilancia sanitaria deberá tener la participación de las fuer­zas entrenadas para enderezar la con­ducta de las personas, con un protocolo que esté hecho más bien para aleccio­nar que para reprimir. Descuidar este aspecto puede poner en peligro el éxito de la dura lucha que se está llevando a cabo contra el covid-19. De muy poco ser­virá para el país y su gente que hayamos hecho una estricta cuarentena si después por descuido y falta de control efectivo de las autoridades competentes se desande el camino recorrido y se vuelva a situa­ciones muy críticas, como el recrudeci­miento de la enfermedad. Que haya un rebrote del coronavirus sin haber supe­rado la primera ola sería lamentable.

La vigilancia debe contemplar una regla­mentación básica de las reuniones socia­les que sea exigible, puesto que en ellas se dan los mayores niveles de contagio. Tiene que incluir normas sobre cómo cuidar a las personas más vulnerables de cada grupo y qué hacer para mejorar la protección de niños y ancianos. Una de las tareas es idear un sistema de vigilan­cia especializada de las reuniones públi­cas, aunque se hagan en sitios privados, para asegurar el control requerido y no permitir los desbordes que puedan com­prometer la salud de la gente.

Hay que convencerse que es necesario crear y poner en marcha un nuevo modo de vida responsable que pueda afianzar la salubridad de la gente y garantice que la lucha contra la pandemia seguirá firme. Sin ese actualizado sistema de conviven­cia y la convicción de que cada uno es res­ponsable de la salud de todos sería mucho más difícil obtener el bienestar que per­seguimos para nuestra sociedad.

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