En el país de los ciegos, el tuerto es el rey, reza un proverbio popular. La moraleja de esta frase enseña que una persona sobresale no por poseer grandes talentos, sino como regalo de la mediocridad de los demás. Es decir, una persona puede ejercer influencia u ostentar poder a pesar de tener pocos atributos. La enseñanza de esta máxima queda picando cuando miramos la actuación de un grupo de senadores que, en los últimos días, miró hacia un costado en el caso relacionado a las denuncias de posibles hechos de corrupción en la adquisición de la merienda escolar en la Gobernación de Guairá durante el período administrativo del ex gobernador e imputado por la Justicia, Rodolfo Friedmann.
El tuerto tiene una limitación, eso es evidente, pero los ciegos están peor aún. Los senadores tienen en sus manos la posibilidad de sacarse de sus ojos la venda de sus intereses particulares y no solo mirar que se investiguen los hechos denunciados en el Poder Judicial al permitir el desafuero por el presunto negociado, sino que también deben analizar que, como nunca, en este caso se reúnen las causales previstas en los artículos 196 y 201 de la Constitución Nacional, que instruyen aplicar la pérdida de investidura. Aunque el senador Rodolfo Friedmann no ganó las elecciones, por lo que no fue electo ni proclamado por el Tribunal Superior de Justicia Electoral y ocupa un curul regalado por el entonces presidente del Congreso Nacional (2018), Fernando Lugo Méndez.
El artículo 201 de la Constitución Nacional hace alusión a la pérdida de investidura de los senadores y diputados por violación del régimen de las inhabilidades e incompatibilidades previstas en esta y por el uso indebido de influencias, fehacientemente comprobado. A su vez, en el artículo 196, inciso 6, se especifica que: “Ningún senador o diputado puede formar parte de empresas que exploten servicios públicos o tengan concesiones del Estado”.
La empresa Eventos y Servicios SA (ESSA), de la cual Rodolfo Friedmann sería el principal capitalista, según las denuncias que obran en el Poder Judicial, arrancó como proveedora de Guairá con un contrato de G. 16 mil millones cuando él se desempeñaba como gobernador. Con su accidental llegada al Senado, se dio un despegue de la empresa y ganó nada menos que 12 contratos por un monto total de G. 59.617.843.227, equivalentes a US$ 8.640.300 al cambio actual, en diferentes municipios, gobernaciones y en la empresa estatal Petróleos Paraguayos.
Entre los contratos más importantes que aparecen entre el 2018 y el 2020, se encuentran el de la Gobernación de Guairá por un monto de G. 10.999.992.800, cuya adjudicación se concretó en los primeros días de julio del 2018, casi en coincidencia con su asunción al cargo de senador.
En plena pandemia, el 20 de abril, cuando el senador Friedmann con permiso ocupaba la cartera de Agricultura y Ganadería, la empresa ESSA fue adjudicada nuevamente por la Gobernación de Guairá para la provisión de almuerzo escolar a las escuelas del departamento por un monto de G. 16.041.200.000. Para el efecto creó el consorcio Tembi’u Porã, con la empresa La Parrilla de Charlot, vinculada al político ovetense Néstor Francisco López Paniagua. El consorcio está representado por la señora Lourdes González, contadora del senador Friedmann, ella también está procesada en la misma causa por el Ministerio Público.
La llegada de Rodolfo Friedmann a los círculos de poder, como la gobernación, el Ministerio de Agricultura y Ganadería o el Congreso Nacional, coincidentemente significó el despegue y posicionamiento de la empresa ESSA, en la cual, según las denuncias realizadas, aportó inicialmente 1.700 millones de guaraníes de capital.
Como bien señalaba el senador Sergio Godoy, la discusión no pasa por si el senador Friedmann “tocó o no un plato de comida, por si se proveyó o no la comida, la discusión central pasa en que él, siendo gobernador, no podía ser dueño de la empresa que proveía esos platos de comida (…). Estamos hablando de la inhabilidad, de la incompatibilidad y si usó o no influencias para adjudicarse contratos”. Es un buen momento para que en el Senado pierdan la ceguera selectiva y pongan en su lugar al tuerto del lugar.