El ritmo de la contratación de la deuda pública no solo es peli­groso e insostenible, sino que su monto ya llegó al tope. Por una sencilla razón de administración res­ponsable, tendría que comenzar a redu­cirse para no llegar a los extremos en que han caído países que están ahora al borde de la cesación de pagos, mirando el futuro con desesperación.

Esto es lo que admiten algunos altos fun­cionarios y afirman connotados técni­cos del sector privado cuando analizan el fuerte endeudamiento que ha tenido el país este año, considerando la lógica financiera. Sin embargo, en el proyecto de Presupuesto General de la Nación (PGN) para el 2021, el Ministerio de Hacienda está previendo contratar nuevas deudas a través de la emisión de bonos para hacer frente a los gastos de funcionamiento del Estado. La razón es muy simple y contun­dente: no tiene recursos con qué cubrirlos.

La situación de pobreza crónica del Estado ha empeorado últimamente por la emer­gencia ocasionada por la pandemia, con el agravante de que el golpe que recibió la actividad económica hará que los ingresos estatales caigan este año por más de 600 millones de dólares. En consecuencia, ten­drá que hacer milagros para no aumentar el déficit fiscal que se estima podría llegar al 7% del producto interno bruto (PIB), un nivel que está muy arriba del 1,5% estable­cido en la ley.

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En una conferencia virtual con los medios de prensa, la nueva viceministra de Eco­nomía de la cartera fiscal afirmó que el ritmo de endeudamiento no es sostenible. Agregó que se está trabajando en un plan para ir disminuyendo ese ritmo y que la deuda tiene que reducirse. Este razona­miento lógico es impecable, pero la incóg­nita es en qué consistirán esas medidas de reducción del endeudamiento, dado que en el proyecto de presupuesto estatal para el año venidero se está previendo colocar más bonos para conseguir dinero prestado con que cubrir el descubierto de caja. Con el nuevo endeudamiento se quieren conse­guir fondos para el canje de préstamos que están por vencer próximamente. Es decir, se prestará plata para pagar deudas vie­jas y también para financiar otros gastos internos.

Aunque en teoría hay que disminuir el pasivo, en los hechos prácticos el Gobierno parece no estar dispuesto a ello por sus necesidades extremas de conseguir dinero como sea. La incógnita sobre el monto de los nuevos compromisos solo se develará cuando se conozca el texto final del pro­yecto de presupuesto que el Poder Ejecu­tivo debe enviar al Congreso a más tardar el 31 de agosto. Hasta el momento, la deuda contraída a través de bonos asciende a 5.360 millones de dólares, casi la mitad del total del débito estatal (US$ 10.868 millo­nes).

Para algunos técnicos del sector privado, el débito del Estado no solo ya llegó a su pico, sino que hay que comenzar a redu­cirlo. Uno de ellos aseguró que al alcanzar el 30,7% del PIB, el endeudamiento está cerca de entrar en la zona roja, que sería el 40%, cuando ya no se podrá prestar dinero en las ventajosas condiciones actuales sino con intereses más altos.

El horizonte de la situación financiera del Estado no es muy promisorio y, si ya venía con serios reparos por su indigencia, con la emergencia que se vive en la actualidad la situación está en los límites de lo soporta­ble. ¿Qué hacer en esta circunstancia?

El ritmo del endeudamiento que se ha alcanzado últimamente ya no puede con­tinuar, porque en los últimos cinco meses se ha llegado al extremo. Por lo que el Gobierno tiene que comenzar a tomar fuertes medidas para disminuir su pasivo. Esto quiere decir que no debe seguir endeudándose a la velocidad en que lo venía haciendo. Pero, además, que ya no debe continuar con nuevos préstamos, por el peligro que significa llegar a la zona roja.

El problema que se le plantea al Estado no es simple: si no contrae más deudas, no podrá hacer frente a sus gastos operativos. Pero esta decisión no puede esperar. Por lo que no le queda otra alternativa que cortar abruptamente todas las erogaciones posi­bles. Hacer una reestructuración rápida de sus cuadros para no seguir despilfarrando dinero que no tiene de dónde sacar.

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