El pasado viernes cerramos el mes de julio y fue el más letal desde que en marzo apareció la pandemia del coronavirus. A su cierre dejó un saldo total de 49 fallecidos y 5.338 personas contagiadas a lo largo del país. Del total acumulado de compatriotas fallecidos, 32 de los casos se suscitaron solamente en este séptimo mes del año. En este período las autoridades nacionales apostaron por flexibilizar las fases de confinamiento social con el objetivo de que empiece a dinamizarse la golpeada economía. Si bien se tenía la convicción de que habría un incremento de casos, también se mantenía la esperanza de que la población estaba asimilando los peligros que entraña para sí misma y su círculo más cercano el no cumplir con los protocolos sanitarios, lo que supondría mandar todo al tacho. La previsión del incremento de los contagios entre las autoridades sanitarias quedó corta, por lo que vieron obligadas a mantener la fase 3 para los departamentos de Alto Paraná, Central así como para la ciudad de Asunción, mientras el resto del país avanzaba a la fase 4. Fue insuficiente la medida del freno de mano para el Este del país. El 40% de los casos de covid-19 se encuentra en Alto Paraná, el motor del comercio de Paraguay, pero ante la fuerte propagación de la enfermedad en esa zona, el Gobierno debió anunciar el retroceso por un período de dos semanas a la fase cero de la cuarentena, la más estricta.
Los especialistas detectaron que la mayoría de los contagios se suscitan en los encuentros sociales entre grupos de núcleos familiares diferentes, en menor medida en los encuentros laborales. El 57 por ciento de los contagios se produce en el rango etario de 20 a 39 años de edad, por lo que se concluye que los jóvenes son los principales responsables de la disparada de los contagios. Ellos tienden a socializar luego de las horas de trabajo sin tomar los cuidados sanitarios, lo que está generado la rápida propagación del coronavirus.
El incumplimiento de las normas sanitarias, a más de afectar a 5.338 personas, también está matando la economía, esa misma a la que estos jóvenes en el Este salieron a defender, entre el legítimo reclamo social y el vandalismo. El impacto económico de la cuarentena tiene como efecto la contracción del crecimiento, que este año será negativo, -3,5%, según la previsión del Banco Central del Paraguay, y precisamente el sector de los servicios –terciario– es el más castigado.
Lo suscitado en el Este del país, si bien es el resultado del hartazgo social por el confinamiento y la depresión del comercio y los servicios, que son el motor económico de la zona, también es el resultado de la falta de conciencia para cumplir con los protocolos: uso de tapabocas, lavado constante de manos, no compartir los mismos utensilios al beber o comer, mantener el distanciamiento físico y limitar la socialización al grupo con el que permanentemente convives.
Se requiere coherencia en el actuar de los ciudadanos, se felicita la defensa de los derechos que tenemos todas las personas, pero también se impone el cumplimiento de las responsabilidades ciudadanas. El cuidarnos para no contagiarnos es cuidar de los demás para no contagiarlos y esa es una obligación personal, familiar y ciudadana que todos tenemos. El respeto a esta norma es la puerta a nuestro derecho de trabajar y producir.
El esfuerzo de estos meses de cuarentena, la pérdida de vidas humanas, de miles de empleos, del cierre de empresas, etc., terminarán siendo sacrificios inválidos porque no lograron frenar el avance del coronavirus en el país. Exijamos nuestros derechos, con fuerza y hasta con vehemencia, pero también cumplamos nuestras obligaciones con la misma intensidad. Si no te cuidas, todo se va al tacho.