En la intensa batalla que todo el mundo está librando contra la pandemia del covid-19 y sus consecuencias, los organismos internacionales resaltan la importan­cia de la política fiscal para enfrentar el desafío sanitario y para salir del problema económico mediante políticas audaces y adecuadas. En el Paraguay, donde estos días estamos cumpliendo cuatro meses del inicio de la cuarentena, estamos entrando en los momentos más delicados de la situa­ción: con la enfermedad que va creciendo a un ritmo acelerado y con un panorama eco­nómico de incertidumbre que necesita un envión fuerte para llevar adelante la recu­peración.

Por ello la necesidad de una decidida actua­ción del Estado con medidas adecuadas para ambos sectores: la complicada situación sanitaria y el difícil escenario económico. No es que no haya tomado medidas. Es que se necesita mayor intensidad y un rumbo más adecuado en la conducción económica para garantizar los buenos resultados.

En este período de la batalla anticoronavi­rus, una de las lecciones que nos está ense­ñando esta emergencia es que así como no hay que bajar la guardia ante la enferme­dad, de ese modo no hay que descansar con el afán de encontrar la recuperación de una economía que ha recibido muy duros golpes y afecta a miles de personas.

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El Gobierno ha adoptado las disposiciones necesarias para hacer frente a la enferme­dad apenas aparecieron los primeros casos. Actuó con sabiduría y acierto, gracias a lo cual el país está actualmente en mejo­res condiciones que otras naciones que no tomaron las disposiciones adecuadas con la prontitud requerida. Y con ese mismo buen resultado alcanzado hasta ahora en lo sanitario, el país necesita que se lleven adelante los planes y medidas para que la maquinaria económica pueda reactivar y todo el país y su gente pueda recuperarse de la adversidad.

El escenario que viven actualmente las empresas de los más diversos ramos y los empleados que en ellas trabajan es todavía muy delicado. Si bien se reabrieron muchos negocios y están volviendo a operar nume­rosas entidades, los datos de su desempeño dejan mucho que desear hasta el momento. Una señal del estado que presenta la coyun­tura que vivimos es la cantidad de despidos y suspensiones de empleo que han tenido y tienen lugar. De todas las denuncias por despidos laborales injustificados que se han dado de enero a junio, el 74,35% ha sido desde marzo cuando comenzó la cuaren­tena. Y desde entonces, los organismos estatales pertinentes han recibido 9.397 pedidos de suspensión laboral que afectan a 148.000 trabajadores formales. No se inclu­yen a los informales que son con seguridad un número superior y no están registrados en las estadísticas oficiales.

El Ministerio de Trabajo no ha dado aún las nuevas cifras, pero se estima que del total de trabajadores cesados durante la cuarentena la mitad ha podido retor­nar a sus actividades con la reapertura de negocios y empresas que se ha dado hace algunas semanas. El otro grupo sigue esperando tiempos mejores. Una de las bondades de la reapertura de las empresas es que está dando al país la medida exacta del escenario que nos espera, que no es para cantar victoria, porque el movimiento comercial y las ventas siguen alicaídos. Pero es un paso adelante en la dirección correcta, soltar las ataduras en la medida de lo prudente para comenzar a mover los resortes del aparato productivo y reinser­tar a muchos trabajadores, lo que traerá la mejora en el ingreso de miles de personas. Con mayor cantidad de dinero en poder de la gente mejorará el deprimido consumo.

Hay que insistir en que el papel del Estado es imprescindible para hacer frente a la crisis. Como dice la Cepal, la política fiscal debe jugar un papel central en la mitiga­ción del impacto humano y económico en el corto plazo. Y en forma simultánea tiene que proporcionar el impulso necesario para lograr un crecimiento sostenible e inclu­sivo para después de la pandemia.

Por eso es fundamental recalcar la impor­tancia de que el Gobierno asuma con más fuerza el rol que tiene para empujar la reac­tivación económica, con un liderazgo fuerte y mayor dinamismo en su gestión, con el acierto que ha demostrado hasta ahora en el campo sanitario.

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