Los malos números reflejados por el ministro de Salud en su informe de este fin de semana son elocuentes para asumir que algo falla y ese algo es substancial.
Los contagios se disparan y ellos –siempre de acuerdo con la información oficial– se ubican esencialmente en el mundo de las relaciones sociales y no en las laborales; por lo tanto, lo que hacemos bien en el contexto del trabajo, lo hacemos mal en nuestras relaciones personales; lo que a su vez nos lleva a concluir que –una vez más– cumplimos cuando nos obligan, y cuando solo depende de nuestra responsabilidad individual, deficitamos.
Obviamente, las generalizaciones son antipáticas, más aún en este marco, y quizás deberíamos agregar aquí que un gran número de ciudadanos responsables pagan por las malas prácticas de otros irresponsables.
No solo debería fortalecerse el cuidado personal, sino los niveles de exigencia social. Yo, cumplidor de las normas de salud, debo exigir que en mi entorno tales normas se cumplan, porque las consecuencias de una mala gestión complica, compromete y enferma al resto.
La ausencia de credibilidad de las autoridades a consecuencia de los lamentables episodios en las compras de insumos médicos no debe ser una barrera que impida a los ciudadanos seguir muy conectados a los consejos del MSPyBS porque –finalmente– no queda otra que cumplir a rajatabla las recomendaciones, porque la otra opción sería eternizarnos en las primeras fases y no avanzar nunca hacia la reactivación. Con ello podríamos evitar que se propague el covid, pero terminaríamos en una debacle económica sin precedentes.
La ausencia de una política moderadamente inteligente de comunicación de las autoridades de Salud ha provocado que el único recurso al que apelan es a las conferencias de prensa, que al estar ellas muy directamente ligadas a la agenda de los medios impide al MSPyBS el instalar temas que deberían ser prioritarios y nunca tuvieron espacio suficiente. Tampoco han pensado en suplir ese déficit con algún tipo de cápsulas educativas o campañas, sino prácticamente desde el inicio de la pandemia seguimos con los ya tediosos spots que plantean “no pasar la mano”, etc., etc. La actuación cero del esquema comunicacional de Salud priva a los ciudadanos de campañas que deberían tener substancial prioridad, por ejemplo: ¿Cómo hacer para convivir en un ambiente laboral con el menor riesgo de contagio posible? ¿Cómo desarrollar actividades sociales sin provocar exposiciones al contagio? ¿Qué actividades tienen alto riesgo, cuáles mediano y cuáles mínimo? Todos estos datos, todas estas informaciones educativas están siendo gestionadas por los medios de comunicación, con inversión de los medios de comunicación –y lo hacen con la convicción de un servicio impostergable–, mientras el MSPyBS no genera ideas de comunicación educativa.
El próximo desafío es generar “la nueva normalidad” con el mínimo contagio. Aparentemente, no tendremos acceso a una vacuna en meses, quizás año, por lo tanto, no podemos seguir recluidos en las cuevas; la mejor salida es una gigantesca campaña educativa que ayude a los ciudadanos a salir de sus hogares, a trabajar sin contagiarse. Retrotraer fases ya no será suficiente. El mañana inmediato es la convivencia sin contagio en matrimonio con la reactivación económica.