Desde la cuarta semana de abril, el Gobierno habla de que está elaborando un plan de reactivación económica para salir del problema ocasionado por los efectos de la pandemia. En charlas con los medios, tanto el ministro de Hacienda como técnicos de dicha cartera explicaron las grandes líneas que tendría. Por su lentitud, casi un mes después todavía no está listo el proyecto para reanimar la economía.
Al principio, el titular de la cartera fiscal habló de que se requerirían 2.000 millones de dólares para activar la economía y que para ello se usaría una parte de los recursos con los que ya se cuentan para varios proyectos. Dijo que para ello se haría un redireccionamiento de los fondos de varios planes en ejecución. Había asegurado que se requerirían préstamos por 500 millones de dólares.
Luego de la crítica que recibió la idea de aumentar la deuda, a la semana siguiente los técnicos de dicha cartera que están elaborando el plan dijeron que no haría falta prestar dinero, que con los recursos que se tienen se podría financiarlo. Esto aplacó el cuestionamiento de los críticos porque daba la tranquilidad de que no haría falta aumentar más la deuda. Porque después de los 1.600 millones de dólares autorizados a prestar para enfrentar la emergencia de la pandemia, no parece oportuno endeudar más al país.
El lunes último, el ministro de Hacienda desdijo a sus técnicos y volvió a mencionar que se necesitará prestar plata para financiar el plan de reactivación económica que todavía no se conoce. Por lo visto, a esta altura de los preparativos la gente del Gobierno no sabe con exactitud si necesita contraer más deuda o no.
Este no es un detalle menor porque significa que el Ejecutivo no tiene todavía lista la totalidad del plan y, por lo tanto, no sabe muy bien a cuánto ascenderán los costos, pues si no hay dinero no se podrá concretar la reanimación del aparato económico.
En la reunión de ese lunes entre representantes del Gobierno y del sector privado se esbozaron las grandes líneas ya conocidas como aumentar las inversiones físicas a través de más obras de infraestructura con una inversión de 1.200 millones de dólares, lo que sería el principal eje del plan. También se habló de dar un fuerte énfasis en continuar los programas sociales y dar apoyo a las empresas con diferentes estrategias. Y que la inversión total podría rondar entre 2.000 y 2.500 millones de dólares.
Los representantes del sector privado que escucharon la exposición gubernamental insistieron en la necesidad de disminuir los gastos para achicar el Estado, que es una de las deudas que tiene el Gobierno. Por lo que recalcaron la necesidad de hacer una reforma integral del aparato estatal. También señalaron que el combate a la informalidad es vital para eliminar el contrabando y así mejorar las recaudaciones del fisco. Otro punto del reclamo empresarial es que se aumenten los créditos para las micro, pequeñas y medianas empresas para que trabajen con más vigor y se constituyan en los motores de la reactivación productiva.
En días más se está terminando el quinto mes del año. La situación frágil del país obliga a que se actúe con rapidez y decisión, por lo que el Gobierno debe terminar su plan y rápidamente comenzar a ejecutarlo. No hay nada perfecto. Si hay defectos, se pueden ir corrigiendo por el camino.
Uno de los aspectos relevantes sobre los que deberán tener mucho cuidado es no incrementar el endeudamiento del Estado porque se puede entrar peligrosamente en una práctica que ha llevado a varios países a la bancarrota fiscal. Hay que ver si no se pueden obtener recursos de las binacionales como adelanto de lo que deben pagarle al país en el futuro.
No es bueno seguir alargando la espera como ocurrió en el 2019 con el Gobierno, que tardíamente se dio cuenta de la recesión económica y reaccionó con lentitud. La equivocación de seguir perdiendo el tiempo y no iniciar la reactivación ya no se puede cometer en esta ocasión, pues cuanto más se espere, el costo económico y social será mayor. Porque entonces requerirá más recursos que no se tienen para revertirla.