A tres semanas del inicio de la cuarentena sanitaria que se impuso para defender al país de los efectos nocivos del coro­navirus, el Paraguay es la nación de América del Sur con menos casos de la enfermedad. Hasta ayer era el que menos fallecidos tenía por causa del COVID-19 en esta parte del mundo. Lo que indica que las medidas adoptadas en el campo de la salud han sido las adecuadas. Pero hay que señalar que el peor momento todavía no ha llegado, lo que significa que esos cuidados hay que seguir guardándo­los con el mismo celo, sin bajar la guar­dia. Lo que no implica que haya que dar la espalda a la economía y enviar al país a la bancarrota económica y social.

Así como se tomaron medidas drásticas y urgentes en el campo de la salud para combatir el coronavirus, de ese modo hay que actuar con decisión, adoptando determinaciones valientes y oportunas en el campo de la producción, el comer­cio, la industria y los servicios para recu­perar la economía que está sintiendo los rigores de la emergencia. Atender la urgencia sanitaria no supone necesaria­mente descuidar y poner en peligro la salud económica.

El Gobierno actuó con prontitud ante la pandemia del coronavirus, siendo uno de los primeros países de la región que establecieron el distanciamiento social y otras medidas en materia de salud pública. Su actuación fue oportuna y digna de elogio por esa rápida iniciativa. Probablemente debido a ello y a otras medidas de protección social que se tomaron con prontitud, la expansión de la enfermedad ha sido hasta ahora lenta en el territorio nacional.

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Salud Pública está trabajando para aumentar las camas del servicio de tera­pia intensiva, así como está preparando más espacios con nuevas salas en hospi­tales y lugares públicos para aumentar la oferta de servicios para las urgencias que puedan darse en su momento. Está reci­biendo recursos y todo el apoyo político necesario por la gravedad del momento.

Como la actividad económica también tiene una importancia capital, es nece­sario que con toda premura las auto­ridades encaren un plan económico que contemple todos los aspectos de la emergencia. Con dicho objetivo se debe garantizar el funcionamiento de todo tipo de empresas, proporcionarles más dinero y facilidades del mercado finan­ciero a las pequeñas y medianas empre­sas, con el fin de asegurar la actividad económica y proteger el empleo de los paraguayos.

En la semana anterior se tomaron algu­nas determinaciones importantes como la reducción del encaje legal y de las tasas de parte del Banco Central del Paraguay, lo que puede ayudar a aumen­tar la liquidez. También se dieron direc­tivas para flexibilizar los vencimientos y se ha visto que los bancos y entidades financieras están tomando medidas para alivianar a los deudores el pago de sus compromisos, tal como algunos entes públicos de servicio están haciendo tam­bién para el cobro de facturas.

Son todas decisiones oportunas y útiles que el mercado requiere. Pero se nece­sita una concertación de disposiciones en forma armónica, no medidas aisla­das, para activar todos los resortes de la actividad económica.

La economía no debe parar. El distancia­miento social es importante para que no haya aglomeración de personas, pero no al precio de frenar la producción, los ser­vicios, el comercio y, al final, lastimar el puchero de la gente. Si no se entiende así, la vida de los paraguayos corre un riesgo casi tan grave como el que ocasiona en la salud la pandemia que nos aqueja.

Y tal como se insiste en el cuidado sani­tario, el país necesita ahora medidas de fuerte impulso económico como el aumento de las obras públicas, el incen­tivo a las inversiones privadas, estímulo a la construcción y el apoyo a las empre­sas que requieren ayuda para seguir tra­bajando y manteniendo el empleo de su gente. Hay que reavivar las exportacio­nes, que traen divisas, e incentivar las importaciones, que son grandes apor­tantes del fisco.

Luego de la cuarentena con fuerte con­tención social que rige hasta el 12 de abril, los sectores más afectados como el comercio y los servicios deben recibir un fuerte estímulo para recuperar su salud. Tomando todos los recaudos necesarios, hay que seguir impulsando la actividad económica para no castigar el bienestar de la gente.

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