El 19 de octubre de cada año, las efemérides indican que es el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mamas. Una enfermedad que causa estragos a nivel mundial y cuyos casos de registro son notoriamente altos en países de América Latina.Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este tipo de cáncer es el más común entre las mujeres en todo el mundo, ya que supone el 16% de todos los cánceres femeninos. Se estima que en el 2004, unas 519.000 mujeres murieron a consecuencia de esta enfermedad. Y aunque el cáncer de mama está considerado como una enfermedad del “primer mundo”, se sabe que el 69% de las muertes por esa causa se registran en los países en desarrollo.
En Paraguay, donde el 12 de abril de cada año se recuerda el Día Nacional de la Lucha contra el Cáncer de Mamas, los casos anuales son preocupantes, tanto que desde hace varios años el sistema de salud pública insiste en los controles periódicos apuntando a que la prevención es el método más eficaz para evitarlo.
Las estadísticas, se decía, son preocupantes. En total, 1.616 nuevos casos fueron diagnosticados en el 2018, sin contar las que tienen ya la enfermedad; en tanto que la cifra mortal fue de 538 decesos, además que 4 a 5 casos diarios se diagnostican en nuestro país. Una cifra que alarma.
Esto ha convertido al cáncer mamario en la primera causa de muerte entre la población femenina de nuestro país. Es una de las enfermedades más relevantes y constituye una problemática de salud pública.
Buscando precisamente revertir estos números, hace unos años el Ministerio de Salud Pública, con un fuerte apoyo de empresas y organizaciones privadas, inició la campaña denominada “Octubre rosa”, que no solo busca concienciar sobre los efectos de esta funesta enfermedad, sino insistir en la necesidad de la prevención.
Para ello, debe haber una transformación radical en la mentalidad de las paraguayas y también de los paraguayos. La prevención es vital, puesto que es esencial que se sepa y conozca que hay padecimientos que son prevenibles y que se pueden detectar en estadios tempranos. Una detección prematura, en etapa de formación o incipiente, puede cambiar radicalmente el pronóstico o la perspectiva de la enfermedad, además de que supone una carga emocional y financiera mucho menor para el paciente y su familia, que casi siempre se encuentra afectada por el espectro de este mal.
Si el concepto preventivo va cobrando fuerza es mayor la posibilidad de que menos mujeres padezcan de este mal. No solo se gana tiempo con el tratamiento más adecuado e indicado por los médicos tratantes a cada paciente sino que se evita el agobio y el desasosiego tan comunes cuando el mal está presente.
Para que la prevención funcione es necesario desprenderse de prejuicios y tabúes. Esa es la principal función de todas estas campañas sanitarias que ayudan a conocer el problema y enfrentarlo. Por eso, no debe haber temor o prejuicio o vergüenza para que las mujeres aprendan a explorarse los senos y de esta manera ser capaces de descubrir cualquier protuberancia anormal que indique la necesidad de un tratamiento adecuado.
Aunque aún hay mucho por hacer, las campañas nacionales tienen un avance relativo puesto que la mortalidad por cáncer de mamas se ha reducido gracias a la detección precoz y los fármacos empleados en los tratamientos que tienen resultados positivos. Pero no hay que soslayar que estos programas y estas campañas deben ir en aumento para lograr reducir aún más la incidencia de esta enfermedad.