El acta ya no es más secreta, supuesta y “teóricamente” se anuló, y ya no es exclusivamente preocupación ni cuestión de Mario Abdo y Bolsonaro, ya que trascendió a otros niveles más amplios de la política, pero no tanto de escándalo y debate de mercado, más bien debate de entre casa, de puro mercado interno. Ya se sabe que los brasileños son menos ruidosos, pero más memoriosos y, sobre todo, más prácticos. Así que mientras aquí nos pasábamos discutiendo sobre el juicio o no juicio, que no vamos a permitir… que si hay votos o no hay votos, nos olvidamos del meollo de la cuestión; es decir, del problema del acta firmada por las más altas autoridades de ambos países, “las Altas Partes”, según ellos, olvidando de seguir el tema clave, que si el acta sí o el acta no. Simplemente, se ratificaron en la vigencia del acta de marras y ratificaron su existencia en materia de hechos consumados. Aunque todas sus afirmaciones son dudosas, ellos, todos de común acuerdo, con Itamaraty a la cabeza, se ratificaron en lo firmado por su presidente, pese a que su presidente dijo que ya lo había borrado y nuestros representantes, aunque, en medio de nuestro despelotado debate, más político y hasta politiquero que económico al fin y al cabo, es lo que debería interesarnos a ambas partes, pues ambas compartimos un negocio en igualdad de condiciones, ambas “partes” igualmente importantes.

Con la única gran diferencia que aquí estamos envueltos en internas, mientras que allí han consensuado olvidar lo que dijo su propio presidente y ratificar la vigencia de la disparatada y abusiva acta que para ellos no fue secreta, sino pública. Y encima lloran porque hasta argumentan que deben corregir “un desfasaje histórico”. Es decir que declaran al más alto nivel del Tratado, que debería ser la principal referencia, el acuerdo firmado y, teóricamente, según el presidente de los brasileños, salvo que lo hayan rebajado de categoría.

En fin, que aunque tanto les guste a nuestros políticos la verborragia y el mbokapu verbal, es hora de que vuelvan al problema real que afronta el país, que no es un golpe de Estado, ni siquiera una escaramuza golpista de algún que otro opositor desubicado, es un atentado contra los intereses nacionales. El resto son problemas de entre casa, que aquí confundimos con frecuencia con los problemas nacionales.

Históricamente deberíamos haber aprendido ya a esta altura de los siglos de negociaciones con nuestros vecinos y, sin embargo, fue así que mientras seguíamos con la politiquería interna y los discursos altisonantes, que si juicio político y “Joselo”, el milénial, y su mamá, que si no vamos a permitir tal o cual juicio, nuestros hermanos y amigos iban a lo práctico y preparaban un comunicado relegando juicios políticos, ni siquiera debatiendo las declaraciones de su propio presidente. Fueron directo al grano; es decir, a lo que les convenía a sus “Altas Partes” y hasta debatiendo las declaraciones de su propio presidente a segundo plano para ir al meollo; es decir, a lo que a ellos les interesa, el “acta secreta”, supuestamente anulada por su presidente. Hay que seguir también la secuela de los empresarios brasileños y la familia Bolsonaro, y de lo que podemos estar seguros es de que van a ser más cautelosos y menos escandalosos. En fin, más cautelosos de sus intimidades.

Ellos están pensando en y peleando por, lo que es más rentable, la energía de Itaipú. Lamentablemente, nosotros estamos concentrados, peleando la política interna. Tal vez la próxima semana nuestro Parlamento tome nota al respecto y le dedique un poco de tiempo en alguna sesión que no sea dedicada a la politiquería y que nos acordemos que está en juego la principal riqueza nacional.

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