La invención y nombramiento del ciudadano Petta como ministro de Educación, en base a antecedentes políticos, caracterizados por el único mérito del transfuguismo, fue uno de los primeros errores del nuevo gobierno y uno de los más graves, dada la delicadeza del cargo en cuestión, agravado, en el momento de la elección, por el contraste con la ministrante que quedaba de segundona, pese a su larga tradición y formación en la materia.Haciendo un poco de historia habría que remontarse a los tiempos de la dictadura, cuyo objetivo, desde la cúspide del poder absoluto, era arruinar la educación para no tener que bregar con ciudadanos sin formación cívica, echando a la cuneta de la historia un pasado educativo bastante respetable.
La transición tuvo un objetivo reparador como prioritario; fue así como se eligieron sucesivamente a respetables profesionales para cargo tan delicado. Basta repasar los nombres y sus trayectorias para apreciar la calidad de la selección, solo interrumpida por la intervención del ya olvidado “jinete bonísimo”, quien nunca se dio cuenta del cambio que se estaba efectuando, convencido de que la cuestión era sustituir dictador por dictador.
Petta, desde luego, no cabía en ese linaje ni como caja de fósforos.
La crisis no se hizo esperar, en detrimento de la profesional de la educación y el encumbramiento del paracaidista, cuyo destino, sin duda, cual como se va comprobando, era y es estrellarse, cada vez más estrepitosa y vergonzosamente.
Caos, falta de docentes, estudiantes protestando porque se confunden hasta los horarios de clases y de vacaciones. Hasta la importante Expo que se ha convertido históricamente en un aula extra para que los estudiantes conozcan el país, sus valores, sus riquezas, queda confundida con la insólita idea de cambiar las vacaciones de invierno por vacaciones de verano… en fin, un caos fuera de la letrina.
Así que nos encontramos, si es que el Gobierno no pone un mínimo de cordura, ante este despelote –no existe otra palabra mejor para el efecto–, catástrofe contra la educación que se viene; no hay docentes para todos los estudiantes, no se sabe cuándo comienzan y terminan las clases, madres y padres no saben qué hacer con las vacaciones “de invar-verano” que se vienen y hasta la puntual Expo nacional está confundida. Y los docentes, los más olvidados en este proceso, se están poniendo en pie de guerra, con lo que el panorama de la educación está peor que en los tiempos en que se rebautizó a un ministro con el marcante de Ñandejára Taxi. Sin duda que el actual ministro tiene muchos más méritos para pasar a la historia con tal cargo, por sobradas cualidades propias.
A Petta y sus sabuesos no les fue bien con la cacería de planilleros, en la cual invirtieron tiempo y esfuerzo, como si fueran sabuesos en vez de responsables de la educación nacional.
Pero, al parecer, no les alcanza con el tiempo educativo perdido, sino que piensa seguir perdiéndolo, olvidando ese principio fundamental de la educación de que “el tiempo es oro”; salvo que esta sarta de de- satinos les sirva de experiencia para aprender la materia de educación a Petta y sus muchachos.
Total, el país puede esperar.