El drama de las inundaciones nueva­mente se hace presente en las ciu­dades ribereñas de nuestro país. Las crecidas de los ríos Paraguay y Paraná son un problema cíclico que lamenta­blemente ningún gobierno hasta hoy ha dado soluciones de fondo, o estructurales, para revertir este estado de calamidad natural.

Según un último reporte de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), en todo el país existen más de 4.000 familias que se vieron afectadas por las últimas precipitaciones que provocaron desbordes de arroyos e inunda­ciones y el panorama de lo que se viene no es para nada alentador en las próximas semanas: según expertos estatales de la citada secreta­ría, se esperan más y copiosas precipitaciones en los próximos dos meses; es decir, hasta fin de año se prevé que los cauces hídricos reciban más agua y, por tanto, la amenaza del ascenso del nivel del río Paraguay es una posibilidad aún mayor.

Hasta ahora, los organismos estatales, tanto del gobierno central (la SEN, la Entidad Binacio­nal Yacyretá, Essap, Ande, etc.) y los municipa­les (como el Consejo Municipal de Emergencias y Desastres de Asunción, Comueda), intentan cumplir su rol de asistencia para las miles de familias en Asunción y ciudades afectadas, que fueron damnificadas por las crecidas.

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Más allá de la asistencia a los afectados, lo cierto y concreto es que una solución definitiva y concreta al drama que a veces anualmente deben padecer miles de personas no ha tenido un corte. Y los problemas siguen de modo periódico.

Lamentablemente, el problema de fondo sigue siendo la enorme pobreza que existe en el país y en la cual está sumida una buena parte de la población. Miles de personas se vieron empu­jadas a abandonar el campo e instalarse en las ciudades, ya sea en su periferia en muchos casos, a través de precarios asentamientos, y otros se han instalado en la ribera del río, en zonas completamente anegadas e inundadas, zonas que el río reclama como parte de sus dominios de tanto en tanto.

Esta descripción histórica de este éxodo del campo a la ciudad ha pasado a constituirse en un verdadero dolor de cabeza para los gobiernos de turno y los ensayos realizados hasta ahora han sido insuficientes. Uno de estos ensayos que han resultado positivos tiene que ver con la reubicación de casi un millar de familias que vivían en zonas del Bañado Norte y en la Cha­carita, que fueron trasladadas al barrio modelo San Francisco, en las inmediaciones del Regi­miento de Caballería Acá Carayá, muy cerca del Jardín Botánico. Allí, las familias beneficia­das fueron adjudicadas con una vivienda digna, además de todos los servicios básicos, así como escuela y un hospital.

Este es un modelo que puede replicarse con poblaciones de otras zonas inundables. De hecho, tanto el gobierno anterior como el actual trabajaron y trabajan en el plan de construir miles de viviendas en las zonas ribereñas, en especial en el Bañado Norte y en el Bañado Sur; esto como parte de un programa de soluciones a largo plazo al drama de las inundaciones. Pero aún falta ejecutar y las familias por ahora deben esperar hasta contar con la financiación de estos ambiciosos proyectos (se habla incluso de unas cinco mil viviendas en ambos bañados).

Los expertos en meteorología a nivel mundial y local coinciden en que el cambio climático llegó para quedarse y que muy difícilmente pueda revertirse eso en los próximos años. Por tanto, los eventos naturales que azotan a nuestro país, como las copiosas lluvias y la consecuente posibilidad de las crecidas, ya no van a ser una excepción y se producirán de modo frecuente.

Por ello, urge que las administraciones traba­jen en el futuro en realizar obras elementales de infraestructura para evitar ir perdiendo millo­nes y millones de guaraníes cada vez que el río ocupe sus dominios.

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