De acuerdo a una crónica del pasado viernes 8, el titular del diario Última Hora anunció con destacado título que, en más o menos palabras se repitió en otros medios: “Senador dice que emisario de Cartes quiso sobornarle”.
La crónica registraba que, sin embargo, “sin dar nombres” –ni apellidos, habría que aclarar– “denunció que emisarios” del presidente Horacio Cartes –deducción del diario, que aclara en el párrafo anterior que no dio nombres– lo contactaron para ofrecerle US$ 500.000 para votar a favor de la renuncia del mandatario y habilitarlo a jurar como senador activo. En realidad, el senador que dijo que “Cartes quiso sobornarle” no dijo lo que dijo, en sentido estricto de la palabra, precisión fundamental cuando se trata de información, sobre todo en tiempos de río revuelto de la política, tan propicios para que los pescadores en palabras revueltas traten de sacar ganancias políticas.
Esto fue lo que dijo de acuerdo a la crónica. “Quiero decirle al emisario de ayer; al emisario del patrón, a quienes cotizan la conciencia de algunos ciudadanos, que habemos ciudadanos y principalmente campesinos que tenemos dignidad y que nuestro voto no tiene precio y no estamos subastados”.
Parece ser que en el curso de la semana pasada hubo una fiebre de compras por valor de quinientos mil dólares, en condiciones poco claras y mucho menos creíbles por la falta de formalidad y contundencia de las denuncias que, en ambos casos, pecaron de falta de precisión para ser denuncias, y necesidad de una ayudita de algunos medios para hacerlas explícitas.
En el caso del senador, ya que se mostró orgulloso de su denuncia, le faltó dar la información, como corresponde a una denuncia “corajuda” con nombres y apellidos, sin la ayudita del diario.
Por si acaso se hubiera olvidado el senador con fueros, la dictadura “está fuera de la ley” y los ciudadanos, todos los ciudadanos, tienen derecho a expresar su pensamiento y sus críticas con precisión, con nombres y apellidos.
Es un hecho que no es necesario recalcar ni atribuirse; si enorgullecernos todos en nombre de la democracia, que hay una ciudadanía crítica, ciudadanos y, desde luego, campesinos con dignidad en el país. Lo estamos viendo a diario durante este proceso democrático en que una gran mayoría de la ciudadanía se muestra públicamente independiente y expresa día a día por los medios a su alcance sus críticas, con nombres y apellidos, sin tener el privilegio de los fueros de los parlamentarios; es decir, que expresan sus opiniones pública y abiertamente, en disidencia con el gobierno de turno, con nombres y apellidos, sin necesidad de que los medios les echen una manito para que se entienda con claridad y contundencia lo que quieren expresar.
El senador flamante recordó también haber sido constituyente y que nadie le dirá cómo interpretar la Constitución, “mucho menos esta Corte Suprema corrupta”.
La Constitución que él, por lo menos, votó expresa claramente que en casos de necesidad de interpretación de algún tema constitucional, es la Corte Suprema la única instancia donde debe dirimirse. Es decir, que atribuirse el poder de juzgar personalmente a la Corte o usurparle sus atribuciones es violar la Constitución, amenaza de violación con la que el senador debuta en el Parlamento, lamentablemente. Valga recordarle el artículo 2 de la Carta Magna que expresa con meridiana claridad, al referirse a las atribuciones de los tres poderes del Estado: “Ninguno de estos poderes puede atribuirse, ni otorgar a otro ni a persona alguna, individual o colectiva, facultades extraordinarias o la suma del Poder Público”.
Se trata del artículo 3, así que no hay que leer mucho para tenerlo en cuenta y respetar la Constitución que, como constituyente, debe respetar con mayor responsabilidad. Hay, sin duda, caminos democráticos y constitucionales en la Constitución para enmendarla o para hacer los cambios que sean necesarios. Como senador es bueno que lo sepa.
Y, aunque no está explícitamente expuesto en la Carta Magna, la ley del mbarete para atribuirse poderes extraordinarios, está también fuera de la ley.