- POR RICARDO RIVAS
- Corresponsal
Cuando habían pasado 43 minutos de las 10 de la mañana y la fanfarria Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo le rendía honores, el jefe de Estado de la República Popular China, Xi Jinping, ingresó a la residencia presidencial de Olivos para que en el punto justo que le indicara el protocolo el visitante estrechara su mano con el presidente argentino, Mauricio Macri.
“Cuanto más se desarrolle China, mejor le va a ir a la Argentina y al mundo”, le dijo Macri a Xi luego de que firmaran 30 acuerdos de cooperación económica. Entre los párrafos y renglones de uno de ellos –el que se denomina “Prórroga de la Validez del Memorando de Entendimiento para el Establecimiento de un Mecanismo de Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica (DECCE)”– se confirma que la Argentina se incorpora a la Nueva Ruta de la Seda (One Belt One Route), como lo informara La Nación.
Asimismo, el Banco Central argentino (BCRA), mediante un swap que le concede el Banco del Pueblo, institución homóloga en China, consolida aún más sus reservas con el equivalente a US$ 19.800 millones en yuanes, renmimbi o peso del pueblo.
Mauricio y Jinping (los nombres propios en mandarín se consignan en segundo lugar) sonreían. Juliana Awada, primera dama anfitriona, y Peng Liyuan, esposa del líder supremo chino y cantante folk, también y era razonable.
Atrás había quedado la tensa madrugada del primero de los días de este diciembre que por 48 horas hospedó a las mujeres y los hombres que pueden conducir la aldea global al paraíso o al infierno.
Sucedió que después de que Sarah Huckabee Sanders, portavoz del presidente Donald Trump –en la mañana del pasado viernes– luego de una bilateral del norteamericano con Mauricio Macri, aseguró que los jefes de Estado habían hablado sobre “la actividad depredadora de China” en Iberoamérica, las buenas caras dejaron paso a los gestos adustos.
Minutos más tarde cuando, los funcionarios de la Casa Blanca consignaron en un comunicado que distribuyeron a la prensa los mismos conceptos expresados por Sanders, las tensiones crecieron aún más.
El estupor –argentino y chino– cuando esas expresiones ganaron espacio en la prensa fue mayor, pero entre los anfitriones rioplatenses por momentos trepó hasta el pánico porque aquellas palabras se escucharon –inesperadamente– cuando todo estaba previsto para que, en la tarde del sábado, la Cumbre del G20 cerrara sin sobresaltos y el domingo se firmaran los acuerdos comentados más arriba.
De nada sirvieron dos comunicaciones sucesivas del canciller argentino, Jorge Faurie, para aclarar lo sucedido, dada la inoperante tibieza de esos textos. Más bien oscurecieron mucho más el frente de tormenta que se desarrollaba con velocidad y amenazaba con el derrumbe de la paciente tarea que logró construir durante meses el consenso multilateral en general y el sino-argentino en particular.
La comitiva china –después de numerosas reuniones– con actitudes y gestos hicieron conocer el disgusto. Notificaron formalmente a los sherpas que trabajaban intensamente en la redacción del documento final del G20 que “no” participarían de las numerosas reuniones vinculadas con temas económicos, aunque exceptuaron taxativamente de esa suspensión “una sobre el cambio climático, en las que China junto con la Unión Europea (UE) se oponen frontalmente a las posiciones de Estados Unidos”, comentó a este corresponsal el periodista sinólogo Néstor Restivo, director de la revista Dang Dai.
“El documento consensuado y los acuerdos con Argentina están en duda”, añadió Restivo ante este corresponsal y sostuvo que “también hay desacuerdos en torno del uso y la significación que se podría dar, en ese texto oficial, a la palabra proteccionismo. La declaración final, si no se aclara con firmeza y verosimilitud lo ocurrido en la bilateral argentino-norteamericana, está en duda”, concluyó.
Las horas avanzaban inexorables. Sin expresarlo, los chinos demandaban una respuesta del Gobierno anfitrión que no llegaba hasta que el embajador argentino en Beijing, la capital china, Diego Guelar, presente en Buenos Aires, dijo ante la prensa global que lo que informó la vocera Sarah Huckabee Sanders, “de ninguna manera fue así”. Confirmó que “sí” hubo coincidencias respecto de las críticas coincidentes que Macri y Trump expresaron sobre Venezuela y con claridad absoluta puntualizó que “depredación” no es la palabra correcta para describir la intervención económica y financiera de la República Popular China en la región.
Desde esa instancia trascendente el camino recorrido hasta la declaración final y hasta el encuentro dominguero entre Xi y Macri en la residencia de los presidentes argentinos fluyó sin más sobresaltos que los habituales para redactar ese tipo de documentos.
De hecho, Mauricio Macri, parafraseando a Jacques Attalí –economista y asesor durante 14 años del presidente de Francia François Mitterrand– con claridad señaló en rueda de prensa que no son pocos los que “creen que se plantea la necesidad entre China y Estados Unidos, y no es así”.
Quizás apoyado en esas ideas y en las repercusiones positivas que el cierre de la Cumbre del G20 tiene en la prensa, en el preciso momento en que Macri condecoró a Xi con la Orden del Libertador General San Martín en el grado de Gran Collar, la más alta que otorga la Argentina, no dudó en expresar: “Cuanto más se desarrolle China, mejor le va a ir a la Argentina y al mundo”.