María Concepción Ramírez está detenida en la cárcel de buen Pastor desde el pasado 11 de enero, acusada de violencia familiar. Supuestamente, derramó “ácido” al rostro de su expareja, en una de las tantas escenas de violencia que protagonizaban en la casa. La mujer dice que sólo se defendió con un balde cargado con agua y lavandina. Hasta hoy no hay informe profesional que confirme que fue “ácido” el producto encontrado en la ropa del denunciante. Tiempo atrás, la misma María Concepción ya había denunciado haber sido maltratada por esta persona, pero la Justicia nunca actuó tan rápido como en su contra.
Por Aldo Benítez - aldo.benitez@gruponacion.com.py / @aldo_be
La noticia se publicó en los medios digitales y María Concepción, además del problema enorme que tenía encima, también debía soportar el escarnio público. Los titulares la sentenciaban; “Derramó ácido a su marido” o “está en Buen Pastor por derramar ácido a su pareja”. Sin embargo, ni siquiera en el acta de denuncia inicial se menciona que fue este producto el utilizado por la mujer. Al contrario, ella asegura que sólo se defendió de un nuevo ataque violento de su marido.
El acta de intervención de la Comisaría Primera de Caacupé, firmado por el oficial primero Ángel Pérez, es categórico y habla de la denuncia realizada por un hombre de haber sido atacado por su ex esposa con una “sustancia química desconocida”. La persona asegura -según el documento- haber sufrido lesiones tipo quemadura en parte del cuerpo, por lo que tuvo que ser trasladado al hospital regional de Caacupé y luego hasta el hospital de Clínicas, en Asunción. La defensa jurídica de María Concepción solicitó oficialmente que el Juzgado exija a ambos nosocomios la situación médica del denunciante para saber cómo lo encontraron los médicos ese día, es decir, el 11 de enero, una fecha que cambió la vida de María Concepción y de sus tres hijos.
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María Concepción Ramírez tiene 33 años. Trabaja entre 12 a 15 horas al día como limpiadora recorriendo domicilios o locales comerciales. Está casada con Ángel López Rodriguez, de la misma edad, sin profesión. Tienen tres hijos, de 14, 10 y 5 años. Vivían juntos hasta hace unos años en Encarnación, pero desde 2015, María Concepción decidió mudarse a Caacupé con sus hijos y algunas pocas pertenencias, cansada de la vida de violencia y engaño con Ángel. De hecho, la mujer lo denunció ante la comisaría de Ita Paso, Encarnación. La denuncia también fue radicada al Juzgado de Paz de esta ciudad.
La vida de María Concepción, conocida como “Mari” por sus amigos y vecinos, es una de las tantas que se replican en nuestra sociedad. Si bien tiene esposo, prácticamente mantiene sola la economía de la casa. Su día a día es ir al trabajo antes que salga el sol y volver a la noche para tener que aguantar escenas de violencia y de encontrar evidencias de engaños de todo tipo por parte del marido. María Concepción soporta esto desde hace mucho tiempo. Pero dice que lo hace por sus hijos, o al menos, lo hacía.
“Un día le pillé bien que estaba con otra mujer y le reclamé. Esa vez me jugó tanto que tuvo que llevarme después a un hospital. Yo hice la denuncia pero después hasta tuve que tranzar con la fiscalía para retirar la denuncia de nuevo” expone María Concepción en un escrito para La Nación. En ese entonces, según cuenta la mujer, tenían dos hijos y vivían en una granja en Atyrá. “Yo le amaba mucho a pesar de todo, además no quería que mis hijos crezcan sin un padre, siempre pensaba en eso”, dice.
María Concepción continúa con su relato. Cuenta, por ejemplo, que había días que volvía a su casa de noche y encontraba a sus hijos, todavía muy pequeños, encerrados, con hambre y sed. Como había épocas en que Ángel no tenía trabajo -largas temporadas, dice Mari- entonces se quedaba en la casa para hacerse cargo de los hijos. Pero ni siquiera eso. Si María Concepción reclamaba, ella era agredida. La violencia era el idioma de la vivienda.
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Tras aguantar dos abandonos -uno de ellas cuando estaba embarazada- y la aparición de una mujer en su propia casa reclamando por la presencia de Ángel para hacerse cargo del niño que la joven llevaba en el vientre, María Concepción decidió actuar tras una última golpiza que sufrió. Esto fue en Encarnación, a finales de 2014. Tras hacer esa denuncia, dejó Itapúa y se fue con sus hijos a vivir a Caacupé. Pero a los pocos días, Ángel volvió tras ellos. Según María Concepción, el hombre prometió cambiar. Se instalaron entonces en una casa y pagaron alquiler. Pero los problemas y casos de violencia se repitieron en esta vivienda hasta llegar al caso detonante; lo ocurrido el 11 de enero pasado.
Esa mañana, María Concepción fue hasta el lugar de trabajo de Ángel, una estación de servicios de Caacupé en donde ejercía funciones de playero. Ya estaban separados -una vez más- por lo que la mujer fue a reclamarle a Ángel el pago por la manutención de sus hijos. Según Carlos Arturo Aguirre, abogado de María Concepción, el esposo nunca se hizo responsable de los costos de mantener a los tres hijos. “Él (Ángel) me reclamaba la denuncia por abandono de hogar y manutención que le hice hace poco porque él se fue y no me ayudaba con los hijos, entonces todos los días me decía por mensaje, retirá esa denuncia o me vas a conocer” señala el escrito de María Concepción. Por ese motivo, ella fue hasta su lugar de trabajo a pedirle el dinero de sus hijos. “Cómo él ni siquiera va a llamarle a sus hijos por los reyes, yo tuve que empeñar mi garrafa para poder comer esos días y él no aparecía”, cuenta la mujer.
Atropello y denuncias
Ángel López consideró que lo que hizo María Concepción fue un atropello y que le avergonzó frente a sus compañeros de trabajo. “Yo después le pedí disculpas, porque realmente no estuvo bien lo que hice. Él después vino a mi casa y al abrir la puerta ya me empujó y me quería pegar”, dice María Concepción. Como la mujer en ese momento estaba lavando el baño de la casa, tenía un balde cargado con agua y lavandina. María Concepción reconoce que le derramó ese líquido a Ángel, pero fue en defensa propia. “Después me encerré en el baño de él. Más tarde me llamó su hermana y me dijo que él perdió el ojo y que estaba con el rostro todo quemado. Yo le pregunté a una amiga qué podía hacer y me dijo que me presente ante la fiscalía y así hice”, relata María Concepción.
La versión de la mujer, que parece no fue tenida en cuenta por las autoridades, dista mucho de lo que expuso en fiscalía su esposo Ángel. Entre otras cosas, el hombre dice que él fue hasta la casa para entregarle dinero y que María Concepción estaba muy enojada por el monto entregado (según el hombre, dio G. 700 mil en efectivo y G. 225 mil en mercaderías) y que, de un momento a otro, sin darse cuenta, María Concepción le derramó una especie de veneno que estaba preparando para fumigar la casa. “Mis hijos empezaron a gritar y yo no podía mirar del dolor intenso y el calor que sentía. Intenté ingresar al baño pero ella no quería. Forcejeamos y pude entrar pero ella cerró la llave de paso y no podía usar el agua. En eso salí de la casa, me puse mi casco, conduje mi motocicleta y al ir unos 100 metros de la casa me desmallé (sic) y unos vecinos me socorrieron y me llevaron hasta el hospital regional” , dice textualmente la declaración de Ángel López.
En su declaración, Ángel dice lo siguiente: “Quiero dejar constancia que no es la primera vez que ocurre este tipo de hechos, ella siempre me maltrató. Cuando quería me echaba de la casa y yo volvía siempre por mis hijos...” finaliza el denunciante según el documento que consta en el expediente.
Cerca del mediodía del 11 de enero, llegó hasta la comisaría 1ra. de Caacupé una mujer de nombre Carmen Fariña, que finalmente hizo la denuncia contra María Concepción Ramírez por intento de homicidio y en donde la víctima es el propio esposo; Ángel López.
Existe un informe forense, de la propia Fiscalía, en donde se menciona algunas lesiones que sufrió Ángel López. Este documento señala, por ejemplo, lesiones puntiformes tipo quemaduras -no menciona grado- en algunas partes del cuerpo, como cuello parte derecho, brazo y antebrazo derecho. Sin embargo, las mismas no revisten una gravedad extrema. Además, no existe, hasta ahora, un informe oficial de los hospitales en donde fue atendido el denunciante.
Una justicia increíblemente rápida
La denuncia de Carmen Fariña se hizo cerca del mediodía del 11 de enero. Esa misma tarde salió una orden de detención y ya cerca de la noche, cuando María Concepción se presentó por iniciativa propia ante la Comisaría -con la idea inicial de hacer otra denuncia contra su esposo, pero también para hacerse responsable por la supuesta “pérdida de ojo” que le ocasionó tras la pelea de la mañana- ya salió la orden de que sea trasladada al penal de Buen Pastor. A las 23:48 de ese mismo día, su foto y nombre ya figuraba en un portal digital como responsable de haber derramado ácido a su esposo.
El agente fiscal que firmó la imputación y pedido de prisión preventiva en el grado de “violencia familiar y lesión grave” contra la mujer es Gustavo Sosa, quien está en el cargo de interino de Sunilda Gonźalez de Martínez en la fiscalía regional de Caacupé.
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La dueña de la vivienda de Caacupé que alquiló la pareja conformada por María Concepción y Ángel López, la señora Mónica Fernández, es la que se encarga actualmente de los tres hijos de María Concepción. La mujer habla con La Nación y dice entre otras cosas que “Mari” es extremadamente trabajadora y no entiende cómo tan rápidamente la llevaron directo a Buen Pastor. “Yo no entiendo cómo nadie de la fiscalía o de la Justicia verificó si realmente el señor se quedó sin ojo. Porque esa misma tarde él estuvo recorriendo con su moto por todos lados, estaba muy normal”, expone Mónica.
Actualmente, a la señora Mónica -que es también la madrina de los niños- le cuesta mucho hacerse cargo de los tres hijos de la pareja, a pesar de que tiene la tutela oficial. “Hoy hablé con la gente de la Codeni de Caacupé para ver qué hacer, porque realmente esto me está costando. Les quiero a estos chicos pero hace 15 días que estoy sola con ellos y cuesta, principalmente por otras presiones que recibo”, dice la mujer, sin entrar en más detalles.
“Cuando pasó todo, Mari ni siquiera tenía abogado. Ni un defensor público se hizo cargo de su tema. Ahora unas personas que le conocen están ayudándose para pagarle a una persona que lleve su caso”, expone la señora Mónica.
Medidas alternativas
Carlos Arturo Aguirre es el abogado que tomó el caso de María Concepción, hace dos semanas. Dice, en primer lugar, que resulta llamativa la actuación de la fiscalía de Caacupé para tomar la imputación sin tener mayores pruebas. “Ni siquiera hay una simple foto que pueda comprobar si este señor quedó mal, si quedó con quemaduras, si realmente no pudo más ver. Tenemos muchos testimonios que dicen todo lo contrario. Además, estamos solicitando informes de los hospitales en donde fue atendido para corroborar cada documento”, dice Aguirre.
El 12 de enero, al día siguiente de la denuncia, una comitiva fiscal y policial, a cargo del abogado Benjamín Vera Beltrán, fiscal en lo penal de la regional de Caacupé, procedió a hacer el allanamiento de la vivienda de Mónica Fernández, en donde ocurrió la agresión por “veneno” o “ácido” denunciado por Ángel López. El informe de este allanamiento dice textualmente: “Se realiza el procedimiento la verificación de la vivienda no encontrándose ninguna evidencia”.
El objetivo era encontrar algún elemento que pueda comprobar la presencia de un producto como el ácido. Lo que encontró la comitiva fiscal fue un frasco de color blanco con la descripción en el logo “FIPECTO SPRAY” que fue llevado como evidencia para tomar muestras en el laboratorio. Se trata, por lo general, de un compuesto utilizado en veterinaria como antiparasitario en animales.
Para el abogado Aguirre, además de esta situación, hay que entender cómo es que la fiscalía actúa con tanta celeridad en casos como estos, pero cuando la denuncia era contra Ángel por maltrato, nunca se tuvo esa rapidez. Además, cuestiona que no hubo elementos contundentes para tomar una decisión de esta naturaleza.
“Nos conocimos en el 2005, era un hombre bueno y respetuoso. Empezamos a salir y me quedé embarazada. Me llevó a vivir a la casa de su mamá y ahí empezó mi calvario. Me dejaba días y días sola, sin saber de él. Su mamá me daba de comer o algunas veces sus vecinos, hasta que con cinco meses de embarazo, él me echó de su casa”.
Así arranca María Concepción su historia. La escribió a mano, en cinco hojas a una raya desde una celda del buen Pastor, donde está hace 15 días preguntándose porqué tuvo que defenderse.
Quizás ahora estaría con moretones en la cara, pero en compañía de sus hijos.