- Victor Pavón (*)
Hay dos maneras de asignar los siempre escasos recursos. (Sobre el tema de la pobreza sugiero al lector los trabajos de Martín Burt, programa “Semáforo de Eliminación de la Pobreza” desarrollado en 60 países con 535 mil familias).
La primera manera de asignar los escasos recursos es utilizando la coerción que funciona como una orden de abajo hacia arriba mediante la legislación, por cierto, la preferida por los políticos y burócratas para congraciarse con sus electorados disponiendo del dinero de los demás.
La segunda manera, la eficiente y justa, consiste en promover la colaboración entre las personas mediante los acuerdos libres y voluntarios para organizarse, producir y comercializar los bienes y servicios.
Incluso en términos personales la respuesta no es diferente. Un antiguo proverbio chino lo explica mejor: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”.
Se trata, siempre, de predicar con el ejemplo. Es mostrar al indigente que el ser humano no está destinado a ser pobre toda la vida o predestinado a la mendicidad perpetua por algún designio del más allá.
Enseñar a pescar es una herramienta de doble vía: conocimiento y motivación. La persona que se gana el pan diario eleva su autoestima y es valorado por los demás. Alguien que no le culpa a otros de su situación para no convertirse en un resentido, pronto se percata que no hay mejor conducta que la del trabajo diario, el estudio y la disciplina. Nada es gratis. Es tener la actitud de saber que todo cambia en la medida en que, primero, nosotros cambiamos.
Desde luego que la educación es fundamental; la misma se inicia en el hogar y luego en la escuela. Y no solo se instruye para escribir, leer, sumar y restar, sino también la genuina educación es la que enseña buenos modales, el valor de la honradez, la disciplina, la capacitación, de que es bueno tolerar las diferencias sin dejar de lado los propios ideales.
De igual importancia, lo que he expresado hasta aquí no está aislado de la cuestión política. Cuando los gobernantes gozan de la riqueza malhabida, pronto los niños y jóvenes creen que ese es un modelo de vida, lo que luego los lleva a esperar que alguien con dádivas sin mérito alguno les provea del pescado, cumpliéndose así la primera manera de asignar los escasos recursos al que me refería al inicio de esta nota. Es más coerción, menos libertad.
En cambio, si se promueven los acuerdos libres y voluntarios entre los individuos se está enseñando a pescar en vez de dar el pescado y de ese modo se está dando un paso hacia una mejor sociedad civil, un mundo mejor ayudando de verdad a los pobres.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.