• Bernardo Neri Farina

En 1977, Fernando Cazenave, uno de mis insignes maestros de periodismo en el viejo diario Hoy, prácticamente me obligó a leer una novela de Mario Vargas Llosa: “Conversación en La Catedral” (1969). Yo ya había leído “La ciudad y los perros”, “La casa verde” y “Pantaleón y las visitadoras”. Para asegurarse de que la leyera, Fernando me regaló un ejemplar del libro y me dejó con la obligación de leerlo y comentárselo luego.

“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.

Este comienzo de “Conversación en La Catedral” me dejó sellado un compromiso con la literatura de Vargas Llosa. Me alié con el protagonista, Santiago Zavala, Zavalita, tan periodista como yo, para hurgar en los entresijos de una vida en dictadura.

Vargas Llosa llegaría luego a afirmar que la novela no es un registro del mundo, sino la creación de un mundo a través de la ficción. Él llegaría a crear un mundo literario de valor incalculable.

Luego me leí casi todo de don Mario. Y lo descubrí en otra de sus facetas notables, la del ensayista lúcido, de una cultura inmensa, erudito en todas las artes y con coraje inusitado para decir lo que pensaba. “La civilización del espectáculo” nos explica con sobrada claridad el porqué de la decadencia cultural y moral del mundo actual. En “Un bárbaro en París” expone lo que le enriqueció intelectualmente su paso por Francia.

EL ÚLTIMO GIGANTE

Con Vargas Llosa, académico de la RAE e inmortal de la Academia Francesa, se fue el último gigante del boom Latinoamericano, aquel cuarteto irrepetible: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar.

Ellos hicieron que Europa comenzara a observar con respeto y admiración la literatura de nuestro continente. Fueron algo así como los descolonizadores de las letras en estos lares.

Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura 2010, nos deja una obra voluminosa en cantidad y calidad, con novelas monumentales como “La guerra del fin del mundo”, “La fiesta del Chivo”, “El sueño del celta”, “Tiempos recios”, y otras exposiciones de su ingenio deslumbrante como “Elogio de la madrastra” y “Pantaleón y las visitadoras”, plenas de humor y de un erotismo jubiloso.

Su célebre pregunta retórica de ¿en qué momento se había jodido el Perú? se ha convertido en un hito en Sudamérica y en un modelo para que nos preguntáramos también en qué momento se había jodido el Paraguay.

Gracias por todo lo que ha escrito y por todo lo que me permitió vivir con su lectura, Maestro.


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