La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es uno de los tantos organismos creados por Hugo Chávez en diciembre de 2011, como la Unasur o Petrocaribe.

Celac es un organismo totalmente ideologizado desde su concepción y es uno de los tantos grupos de países que parasitan en esta parte del mundo sin aportar algún beneficio para los ciudadanos de los 33 países que la componen.

A diferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Celac no incluye a Estados Unidos ni a Canadá. No tiene sede permanente, por lo cual genera gastos onerosos para el país que acoja a los representantes enviados para discutir nada y para resolver nada en sus reuniones periódicas.

La “intención” de Chávez era generar otro lugar donde exponer, bajo otro nombre y bajo otros argumentos, discursos de odio contra el capitalismo, pero sobre todo contar con otro espacio anti EE. UU.

Bajo el remanido pretexto de reforzar una integración regional, Celac y otros organismos fueron creados y financiados por el fallecido dictador socialista venezolano, dentro de su plan al que de manera tan romántica como irreal llamaba la “Patria Grande”.

Nuestro país no debería demorar en salir de este supuesto acuerdo regional, sobre todo luego de que quedara demostrado el irrespeto hacia las voces disonantes, como ocurrió tras la última reunión de esta camarilla de países también aglomerados en el Foro de San Pablo, que es lo mismo que el Grupo de Puebla.

Si ya la propia OEA hoy tiene un alcance limitadísimo hacia las decisiones de los gobiernos, ni hablemos de un organismo totalmente ideologizado como la Celac, que pretende dictar cátedras de economía y comercio, dejando afuera a la principal economía del planeta y que influye claramente en las decisiones de ese ámbito en el continente.

En la tarde del 9 de abril pasado, durante la IX Cumbre de Jefas, Jefes de Estado y de Gobierno de la Celac en Honduras, la delegación paraguaya se plantó y expresó que no había consenso para la Declaratoria de Tegucigalpa y a esta postura se sumaron las delegaciones de Nicaragua y Argentina.

Argentina, al estar de acuerdo con lo expuesto por Paraguay; y Nicaragua, porque deseaba que se agregaran más puntos y con mayor firmeza.

“Yo creo que hay un consenso, todos conocemos estos 8 puntos, son 30 países, suficiente consenso, queda aprobado”, dijo la presidenta Xiomara Castro, quien estaba como presidenta de la Celac, al dirigirse ante los mandatarios y delegaciones de los 33 países miembros.

Según el diccionario de la Real Academia Española, el término “consenso” representa un acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.

O la presidenta hondureña Xiomara Castro no conoce el significado de este término o la voz de Paraguay ante este organismo de amigotes de la izquierda, creado por Hugo Chávez en 2011, no tiene ninguna relevancia.

La señora Castro, esposa de Manuel “Mel” Zelaya, quien fue defenestrado por un golpe de Estado en 2010, bien debe recordar las inservibles gestiones de la OEA a cargo del chileno José Miguel Insulza, para reponer a su esposo en el cargo para el que fue elegido y del que fue sacado en ropas menores por militares para montarlo en un avión rumbo a Costa Rica.

Paraguay debe fortalecer su adhesión al Mercosur, que con sus luces y sombras, sumado a algunos golpes que recibe de los vecinos, es el único organismo regional que nos toca de cerca y nos afecta en sus decisiones, mientras tanto, grupos como Celac son como bien lo dijo alguna vez Donald Trump durante su primer periodo presidencial, “un conglomerado de burócratas inservibles que se reúnen para comer y beber”, en referencia a organismos similares que no resuelven ni aportan absolutamente nada para el día a día del ciudadano ni para las políticas de cada gobierno.

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