• Josefina Bauer
  • Socia del Club de Ejecutivos

¿Te pasó alguna vez estar en una reunión donde alguien está presentando datos, habla, hace referencia a lo que está mostrando, y mientras tanto vos miras la pantalla tratando de encontrar el número del que habla? La escena suele repetirse así: personas alrededor de una mesa, alguien en la punta con su computadora proyectando, superenfocado en su PowerPoint.

En un momento dice con entusiasmo: “Como pueden ver acá, el crecimiento fue del 23 %”, y vos mirás la pantalla, que tiene dos tablas llenas de números y tres gráficos distintos, tratando de encontrar ese famoso 23 %. ¿Dónde está? ¿Cuál gráfico lo muestra? ¿Qué color representa qué cosa? Y mientras seguís buscando, ya pasaron a la siguiente diapositiva. Y todo vuelve a empezar…

Convivimos con los datos. Tomamos decisiones basadas en datos. Analizamos y miramos datos todo el tiempo. Pero, en general, la forma de presentarlos está lejos de ser la mejor. No porque falten herramientas, sino porque no nos enseñaron a presentar datos: aprendimos a copiarlos y pegarlos del PowerPoint o del Power BI del mes anterior, llenando pantallas de información que muchas veces terminan comunicando poco o nada.

Día a día, en el mundo empresarial, es habitual tener que presentar temas duros: números, estadísticas, gráficos, informes técnicos. Pero si no logramos que eso que presentamos genere un impacto real, la desconexión con quien recibe la información es inevitable. Y esa desconexión genera frustración, confusión y, muchas veces, pérdida de interés.

Y si no hay interés, no hay atención.

Y si no hay atención, no hay recordación.

Y si no hay recordación… no hay acción.

Por eso, antes de volver a presentar datos, podríamos hacernos algunas preguntas clave:

–¿Cuál es el objetivo de mi presentación?

–¿Qué quiero lograr con esto que voy a mostrar?

–¿Necesito realmente presentar todo lo que tengo en el PowerPoint?

Muchas veces llenamos las diapositivas con información complementaria que no suma, y que podríamos perfectamente mandar después por mail. ¿A qué me refiero con “no suma”? A mostrar curvas de hace dos años mes a mes, o comparar el dato actual con todas las variables posibles, cuando en realidad ya encontramos ese punto clave que hace la diferencia.

No es la cantidad de datos lo que importa. Es la calidad del mensaje lo que impacta.

Una vez que filtramos y seleccionamos lo que realmente vale la pena mostrar, y tenemos una presentación más corta, concreta y precisa, es el momento de pasar al siguiente nivel: encontrar hallazgos. Esos datos que no se ven a simple vista, que aparecen cuando escarbamos un poco más. Y para eso, preguntas como “¿Qué pasó?”, “¿Por qué cambió?”, “¿Qué ocasionó este cambio?”, “¿Qué más pudo influir?” nos invitan a profundizar. A no quedarnos con la primera respuesta ni con la más obvia.

Pero si de verdad queremos conectar con los demás, tenemos que llegar al tercer nivel. Y ahí, preguntarnos:

–¿Por qué esto que voy a presentar le importa a mi audiencia?

–¿Cómo lo conecto con ellos?

–¿Cómo genero impacto y recordación?

–¿Qué historia, ejemplo o caso puedo traer para que lo recuerden?

Porque en el fondo, presentar datos no es solo mostrar números.

Es traducir la información para que tenga sentido.

Es lograr que conecte, transforme… y active. Así la evidencia suma conocimiento, empoderamiento y acción.

Dejanos tu comentario