- Por Lívia Mandelli
- Profesora de la FDC, Brasil
¿Por qué hemos dejado de hablar de soft skills? La respuesta es muy sencilla: ya no hay nada de “suave” en las llamadas soft skills. Lo que antes se consideraba una habilidad “blanda” hoy es una power skill, reconocida como crucial para el éxito en el liderazgo. Ya no debemos referirnos a ellas en esos términos, sino hablar de habilidades interpersonales, también llamadas human skills o power skills. Hoy sabemos que estas competencias son esenciales, lo que marca el fin de una era en la que las habilidades conductuales y emocionales eran vistas como “blandas”.
Actualmente, cuando discutimos las competencias humanas, el foco está en aquellas relacionadas con la inteligencia emocional, considerada la base sólida del liderazgo de alto nivel. En su libro Great People Decisions, Claudio Fernández-Aráoz resalta la necesidad de evaluar con especial atención las capacidades emocionales de las personas en los procesos de contratación.
En un mundo corporativo donde buscamos entornos de trabajo que nos permitan sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestras relaciones humanas, la influencia de la inteligencia emocional en el liderazgo es claramente beneficiosa. No solo impacta la productividad, sino también el compromiso de los equipos, la satisfacción de los empleados y, en consecuencia, los resultados de las organizaciones. Hoy sabemos que cuando una empresa decide invertir en el desarrollo de la inteligencia emocional de sus líderes, estos experimentan un crecimiento individual, personal y profesional, y las organizaciones aumentan sus posibilidades de éxito y sostenibilidad en un escenario actual volátil y altamente competitivo.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y SU IMPORTANCIA PARA LOS LÍDERES EN 2025
Nos encontramos en un momento desafiante, especialmente en lo que respecta a las personas dentro de las organizaciones. Si en 2020 la mayoría de los empleados trabajaban primero para “vivir después”, hoy la realidad es otra: las personas buscan calidad de vida mientras trabajan. En este contexto, un líder que desee inspirar, promover la acción y desarrollar su equipo necesita ofrecer un propósito, un motivo que haga que sus colaboradores quieran hacer su trabajo, y no solo que deban hacerlo.
Es aquí donde la inteligencia emocional se consolida como una habilidad esencial para el liderazgo. Esta inteligencia involucra la capacidad de identificar, comprender y gestionar tanto las propias emociones como las de los demás. Numerosos estudios han demostrado que la inteligencia emocional tiene un impacto directo en la eficacia del liderazgo y el rendimiento organizacional.
Por ello, los líderes deben comprender cómo sus emociones pueden influir en el desempeño de cada miembro del equipo. Sí, lo has leído bien: tus emociones afectan el rendimiento de tu equipo. Las emociones guían nuestras acciones y, en consecuencia, influyen en el comportamiento de quienes nos rodean.
LA RELACIÓN ENTRE INTELIGENCIA EMOCIONAL Y EL COMPROMISO DEL EQUIPO
Investigaciones recientes han demostrado una relación directa entre la inteligencia emocional de los líderes y el compromiso de sus colaboradores. Los líderes con una alta inteligencia emocional generan un impacto positivo en los niveles de compromiso de sus equipos.
Estudios de TalentSmart indican que el 90 % de los líderes exitosos poseen una inteligencia emocional elevada. Además, una investigación de la Harvard Business Review encontró que los equipos liderados por personas con alta inteligencia emocional tienen un desempeño hasta un 20 % superior en comparación con aquellos dirigidos por líderes con menor inteligencia emocional.
Los datos también muestran que líderes con altos niveles de inteligencia emocional están mejor preparados para inspirar a sus equipos, crear un ambiente de trabajo positivo y enfrentar desafíos de manera efectiva. La capacidad de comprender y controlar las propias emociones, así como identificar las emociones de los demás, permite a los líderes tomar decisiones más acertadas y construir relaciones saludables con sus colaboradores. Aquí es donde entra en juego la madurez emocional del líder, que no es más que la capacidad de mantener su inteligencia emocional en un nivel elevado.
IMPACTO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA PRODUCTIVIDAD Y LA ROTACIÓN DE EMPLEADOS
Los equipos liderados por personas con alta inteligencia emocional tienden a ser más productivos y presentan tasas de rotación significativamente más bajas. Un estudio de McKinsey mostró que, en organizaciones donde los líderes demuestran altos niveles de inteligencia emocional, la rotación de empleados puede ser hasta un 20 % menor, lo que se traduce en una reducción considerable en los costos de reclutamiento y capacitación.
Cuando las empresas fomentan un liderazgo basado en la inteligencia emocional, se observa un ambiente de trabajo más saludable y colaborativo, con un aumento en la satisfacción de los empleados y una menor rotación de personal.
El mayor desafío de las organizaciones hoy es transicionar del liderazgo basado en “hacer que las personas hagan algo” a un liderazgo que logre que “las personas quieran hacerlo”. Este concepto, en liderazgo, se conoce como “querencia”.
CÓMO POTENCIAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL LIDERAZGO
Los líderes que dominan la empatía, el control de impulsos, la gestión del estrés y la flexibilidad emocional tienen una mayor facilidad para comprometer y motivar a sus equipos.
En este contexto, es fundamental que las empresas presten especial atención a la inteligencia emocional de sus líderes. Programas de formación que se centren en el autoconocimiento, la autorregulación, la empatía y las habilidades sociales pueden mejorar significativamente la inteligencia emocional de los líderes.
En un mundo corporativo donde buscamos entornos de trabajo que nos permitan sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestras relaciones humanas, la influencia de la inteligencia emocional en el liderazgo es claramente beneficiosa.
Un líder que desee inspirar, promover la acción y desarrollar su equipo necesita ofrecer un propósito, un motivo que haga que sus colaboradores quieran hacer su trabajo, y no solo que deban hacerlo.