- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político.
La Conmebol castigó a Cerro Porteño por supuestos gestos de racismo de un hincha azulgrana que denunció Palmeiras durante el partido entre ambos clubes por la Copa Libertadores Sub-20. La sanción de la Conmebol tenía tres puntos, el primero era una multa económica (50.000 dólares), el segundo la prohibición de ingreso de hinchas en partidos de la Libertadores Sub-20 y el tercero, una campaña de concienciación contra el racismo en las redes sociales del Azulgrana. Cerro Porteño lanzó mensajes criticando los actos de racismo y apelando al respeto. La publicación tenía un gráfico donde estaba expresado: “¡No al racismo, sí al respeto! El racismo no tiene lugar en la cancha ni en las gradas. Todos merecemos el mismo respeto, sin importar nuestro origen, color de piel o cultura. La diversidad nos enriquece, la igualdad nos fortalece”.
No contenta con las sanciones, la presidente del Palmeiras salió a hacer bandera. Pidió que la Confederación Brasileña salga de la Conmebol y vaya a la Concacaf, el asunto llegó hasta el izquierdista presidente Lula, quien dio su apoyo público, además de comisiones del Congreso de ese país que trataron el tema.
El wokismo y sus ideas totalitarias, al servicio del globalismo, no deja un espacio del que no se apropie políticamente. Dice qué hacer, qué decir y qué pensar. Con la disyuntiva que instala entre opresores y oprimidos, mayorías y minorías, blancos y negros, cisgéneros y LGBT. La dialéctica woke no desacelera y avanza raudamente mientras el sentido común pende de un hilo en el fútbol y en otros ámbitos. Todo pensamiento y toda acción refleja algún tipo de opresión. Sobre el color de la piel, no importa el tiempo ni el lugar, se dirá que persiste un sistema racista, en el que las personas de piel blanca son por definición y por herencia histórica los opresores. Y acá viene lo irónico, si sigue esta lógica, la presidente del Palmeiras no debería de tener derecho ni a opinar. Pero el wokismo la ubica a ella entre las minorías, por el hecho de ser mujer, poco importa que haya llegado donde llegó, sea blanca y rica. Lo mismo sucede con el jugador del Palmeiras, Luighi, que realizó actos de provocación al hincha azulgrana, por ser afro se vuelve un oprimido, eso le da inmunidad y si alguien duda de ello basta derramar unas lágrimas, al igual que lo hace Vinicius.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos llama a defender con todas las armas del debate posibles al sentido común, a las libertades y a la democracia (incluso en el fútbol). Un deporte que amamos y que debemos aislar de toda esta tendencia totalitaria, fascista, globalista y dictatorial que se engloba en esta curiosa para no decir risible paradoja que busca oprimir y censurar a quienes se presenta como opresores.