• Víctor Pavón (*)

A diferencia de lo que muchos creen, los impuestos que pagamos no sirven para fomentar una mejor sociedad. Sirven para debilitar y destruir a la sociedad de individuos responsables y libres.

La ceguera intelectual es tan grande que pocos se animan a expresar ideas diferentes al pensamiento colectivista socialista. El Estado para muchos es un semidiós, sin el cual ingresaríamos en el desorden y la violencia. La realidad es diferente. Los impuestos son una imposición como dice su nombre, un acto coercitivo convertido en un arma de confiscación de nuestra libertad y propiedad.

Los liberales clásicos estaban en lo cierto cuando propugnaban por la mínima intervención estatal. La era del laissez faire demostró que un Estado acotado a límites de orden constitucional funcionó por un tiempo. Sin embargo, las masas idolatran a los idiotas con poder y los convierten en sus ídolos. Pese al esfuerzo de los liberales clásicos que suponían que el Estado mínimo no se entrometería en los asuntos de las personas, en los hechos no ha sucedido de ese modo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Los gobiernos implementan mecanismos cada vez más intervencionistas. Se inventó que el Estado debe nivelar la posición socioeconómica de las personas. Se llegó al absurdo de la redistribución de la riqueza y todo dirigido por políticos y burócratas investidos de autoridad bajo la aureola de la democracia. ¡Una gran mentira!

Los impuestos son herramientas de confiscación, y en vez de resguardar el orden de justicia y de policía, el Estado responde a su propia naturaleza: un delincuente como los que están en las calles, solo que legisla para sí mismo su propia impunidad.

Los gobiernos no solo exigen más impuestos colocando trabas al esfuerzo y cooperación de los individuos, sino que tampoco les interesa la transparencia y la contraprestación. Para más, el poder estatal descubrió que podía imprimir dinero para recaudarse a sí mismo. La intervención estatal inhibe la formación del ahorro y del capital, únicos modos de mejorar las condiciones de vida de los pueblos.

El poder adquisitivo del dinero; el dinero fiat, creado y administrado desde y por el Estado a través de la banca central es otro engendro del intervencionismo estatal. Los colectivistas adoradores del Estado fueron demasiado lejos.

Por de pronto, los hechos hablan por sí solos. Los ataques a nuestra libertad y propiedad se intensifican en todas las áreas de nuestras vidas. No hay lugar donde no encontremos al Estado merodeando.

El poder estatal es inmenso y se expande mucho más allá de lo que algunos suponen. Y el motivo es claro: el Estado es el origen del mal institucionalizado.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”

Déjanos tus comentarios en Voiz