- por Marcelo Pedroza
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“Una vez que el individuo experimenta plenamente el deseo, se enfrenta a la decisión o elección. La decisión es el puente entre el deseo y la acción”, Irvin D. Yalom, quien aclara que emplea la palabra acción no en un sentido energético, sino terapéutico, desde donde trabaja los procesos adecuados para que el ser asuma eso que él considera vital, y es que cada uno posee sus propias decisiones.
“‘Decidir significa comprometerse a una determinada acción. Si no tiene lugar ninguna acción, no se ha producido una verdadera decisión, sino simplemente un coqueteo con ella, una resolución fallida. La obra ‘Esperando a Godot’, de Samuel Beckett, es un monumento a la decisión abortada. Los personajes piensan, planean, posponen y resuelven, pero no deciden”, expresa Irvin, profesor emérito de Psiquiatría en la Universidad de Stanford.
En ese constante decidir se vive, ¡esa es la vida! En el sendero de los episodios hay que pensar que uno sin el otro no es nada. Entonces, en su obrar, al decidir, debe contemplar a quienes lo rodean, a los seres que son esenciales en su vida, a la gente que lo quiere, a los que puede darles una mano, o simplemente entender que en un rostro habita un corazón.
Una y otra decisión. Uno y otro día. Un tiempo, un lapso medido en una semana, en meses o en un año; durante ese período, tomar dimensión de la diversidad de decisiones es desafiante para aquel que se anima a traerlas al plano de lo reflexivo. Desde la aceptación de la fragilidad de las circunstancias, en el caso de que así haya sucedido, y a modo de ejemplo, hasta la magistral convicción con que se han desarrollado sus pasos prácticos, es probable que en todas haya un espacio para pensar sobre sus consecuencias o que permita analizar lo aprendido, lo incorporado a la asombrosa luz de vivir.
La autenticidad encuentra en la responsabilidad un sostén de libertad. Así el presente vibra con decisiones únicas, sin igual, particulares, propias, sinceras e independientes, y aunque en ellas reine la diversidad, su esplendor se produce cuando se orientan hacia el bienestar del prójimo, allí ese responder se traduce en afecto, cuidado, atención, dedicación y conocimiento de la humanidad representada en los demás.
En la obra titulada “Psicoterapia existencial”, escribe el maestro Yalom: “Por ejemplo, el futuro (nuestra idea actual de futuro) es, no menos que el pasado, un poderoso determinante de la conducta; en este sentido, se puede hablar perfectamente de un concepto de determinismo futuro. Los ‘no todavía’ influyen sobre nuestra conducta de múltiples formas. En nuestro interior, tanto en un nivel consciente como inconsciente, llevamos un sentido de finalidad, un yo idealizado, una serie de metas por las cuales luchamos, una conciencia del destino y de la muerte final. Todas estas estructuras se proyectan hacia el futuro, pero influyen poderosamente sobre nuestra experiencia interna y nuestra conducta”.
En el devenir de las actividades fluyen deseos, compromisos, esfuerzos, trayectorias y razones soñadas; además de, variables contextuales, sociales y ambientales. De esa forma, se activa el mundo de las decisiones; al decir del doctor Yalom, la maquinaria del cambio, siendo la decisión el gatillo que lo dispara.